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miércoles, 25 de julio de 2012

Poniéndome al día (Parte 2)


Otros de los eventos ocurridos en este tiempo de “silencio bloggero” fue la preparación (y realización) del baby shower. Giulia y yo nos fuimos a Lima y durante varios días nos internamos en la casa de mis papás preparando todo para su primera fiesta. Sólo quiero que Giulia sepa que fue un día lindísimo (de hecho fue uno de los dos únicos días de sol que hubieron en los 14 días que estuve en Perú) y que todo fue preparado con mucho cariño por sus abuelos, su tío Julio (y de paso Gabriel y Carlos), sus tíos Pocho y Pocha, su bisabuela Mora y su mamá (y también su tía Martha que colaboró con la preparación de pompones). Los recuerditos fueron un regalo de Carol y fueron muy apreciados por todos, sobre todo por los niños asistentes que se comieron muy contentos los marshmellows que estaban adentro. Yo descubrí que cierta habilidad para las manualidades tengo, tampoco tanta (como si la tienen mi mamá y mi hermano), pero si alguito. Al menos los topiarios de cintas que eran mi tarea me quedaron lindos (tengo que decir que tampoco eran tan difíciles). Así que, que no les extrañe que hayan topiarios en el próximo cuarto de Giulia.


Giulia hizo una tímida aparición ese día, de no tener nada de panza (o casi nada), ese día pase a tener un poquito más.  Cierto es que la selección del vestuario no fue casual y a propósito me puse algo que hiciera que se note más el embarazo…pero igual, antes del 30 de Junio no se notaba NADA y ese día se notó algo. Giulia sabía que era una fiesta en su honor.

Luego de llegada de vuelta a Budapest, llena de regalos y cositas lindas que compré, me apareció un nuevo motivo de estrés…si, es la de nunca acabar esto de los traumas y los estreses (a mi me habían dicho que me la iba a pasar el embarazo con pánico pero no, yo no estoy asustada por el parto –todavía-, ni por la llegada de Giulia –todavía-, a mí sólo me vienen agobios y estreses felizmente pasajeros). Mi nuevo motivo de estrés era la parte logística de todo esto.

Todo empezó cuando mi querida amiga Jessica, organizadora de otro baby shower, me dijo que estaba empezando a pensar en el asunto y en la organización y me preguntó qué necesito (para que vaya viendo si aquí existen las listas de bebés o para que, en todo caso, haga una lista yo y se la dé). Ahí me di cuenta que NO TENÍA idea de qué necesito. Yo ya tenía la sospecha de que no tenía idea pero antes del baby shower de Lima, siempre que me preguntaban qué me faltada me bastaba con responder “necesito todo porque no tengo nada”  pero la verdad es que no era muy consciente de qué era TODO, sólo estaba plenamente segura de que no tenía NADA. Por alguna razón pensé que luego del baby shower de Lima sabría que necesitaba…pero no, seguía igual de perdida con respecto a lo que necesita un bebe (de hecho, descubrí luego de ver la ropita tan linda que nos regalaron que ni siquiera tenía idea de cómo se vestía a un bebe, quiero decir, qué cosas se le ponen y en qué orden ni cuántas veces se les tiene que cambiar en el día). Lo que sí, aprendí que se necesitan colchas, baberos, babitas, medias, toallas y un montón de cosas que ya tengo porque me las regalaron, pero seguía sin saber sobre todas las cosas que NO TENGO.

Los que me conocen, saben que yo soy la reina de la organización, de la logística y que me encanta hacer listas y cuadros comparativos de TODO en Excel. Esta vez no tenía ni media lista, ni medio cuadro de nada en ninguna parte…y una de las razones básicas era porque no sabía qué poner en mi lista. Una “no madre” no se da cuenta (o al menos no del todo) de la cantidad de cosas en las que hay que pensar ante la llegada de un hijo. Hay un montón de información que procesar, no sólo por el hecho mismo de estar trayendo un hijo al mundo y de estar llevándolo dentro y de todos los cambio físicos, hormonales y de todo tipo que se van dando y que se vienen en el futuro sino que incluso en las cosas más básicas y mundanas hay miles de cosas que tomar en cuenta. Miles de artefactos y chucherías que se necesitan (sin contar que descubrir qué es lo que en verdad se necesita es otro tema porque el mercado te quiere hacer creer que necesitas todo), algunos de los cuales al final también dependen del tipo de madre que quieres ser (por ejemplo de cuál sea tu plan con respecto a la lactancia) y que, por lo tanto, te obligan a pensar también en eso. Es todo un mundo nuevo para quienes no hemos tenido tanto contacto con bebes (en mi caso, hasta había ido no hace mucho a acompañar a una amiga húngara a comprar las últimas cositas que le faltaban antes del nacimiento de su hija, y si, cuando salí de las tienda salí medio traumada con la cantidad de cosas que había que se necesitan pero nunca procesé…hasta que no te toca ser tú la que tiene que comprar como que no procesas…al menos yo no lo hice hasta ahora).

Además, mientras me agobiaba por la lista, me vino también a la mente que hay varios temas que tengo que empezar a discutir con mi médico y que hasta ahora no había tocado (cosas como asegurarme que el hospital en el que voy a dar a luz es el que yo creo, preguntarle si me van a dejar tener a Giulia en el pecho inmediatamente luego del parto, averiguar sobre las opciones de almacenamiento de la sangre del cordón umbilical por si lo hacemos, preguntar sobre las clases prenatales, etc.) y que la fecha para mi posible mudanza se acerca y no habíamos buscado departamento nuevo ni coordinado con la oficina de Alberto. Y así me empecé a acordar de varias cosas más que tenía que hacer y que no había hecho o empezado a pensar si quiera. Y me agobié. Yo que suelo ser bien calma y todo lo soluciono con mis listas, simplemente me agobié. Todo me parecía complicado, ya no quería ni mudarme, ya no quería nada. Una vez más, las hormonas en acción.

Felizmente el agobio me duró poco y, como me dijo mi mamá que pasaría, me calmé, creé mi archivo de Excel y empecé con mis listas. La lista de las cosas de la bebe fue lo más fácil obviamente. A mi auxilio llegaron el file de Excel de una amiga peruana que fue madre no hace mucho aquí en Budapest (file que de hecho ya tenía desde hace meses pero como que no le estaba haciendo caso, primero porque veía lejano lo de tener que preocuparme por esas cosas y luego porque estaba tan agobiada que no me daban ni ganas de solucionar mi agobio…típico de cuando una tiene mil cosas que hacer y se estresa tanto que al final no hace ninguna), mi amiga Gladys de Lima (¡Gracias Gladys!) y obviamente internet. Ya tengo mi lista hecha y ahora que sólo tengo que comprarme lo que me falta estoy mucho más tranquila. ¡Check!

El tema de la búsqueda de casa también lo solucioné relativamente fácil. Aún no tengo casa nueva pero la verdad bastaba con mandar un par de correos electrónicos para que todo empiece a moverse y ya tenemos un candidato bastante fuerte. Así que si la mudanza se da, ya tengo presupuesto para que me ayuden a empacar y desempacar (normalmente lo haría yo pero si me pasa lo que me pasó cuando desempaqué cuando llegamos, que de emocionada quise tener mi casa lista en un día y luego no me pude mover una semana del dolor de cintura, creo que me muero…o Alberto me mata), potencial departamento nuevo, y algunas posibles opciones más en el camino. ¡Check!

Quedaba (y medio que sigue quedando) el tema del médico y lo relacionado al parto. Ahí también me di cuenta que ni siquiera sabía qué es lo que tenía que preguntar respecto al parto. Yo había leído en muchos lados lo del plan de parto y veía que muchas mujeres tienen bastante claro cómo quieren que sea su parto (con un detalle realmente sorprendente), yo no tenía idea. A mí me preocupaba sólo que pongan a Giulia en mi pecho apenas nazca, antes de limpiarla siquiera, que haya epidural a la mano por si decido usarla y que no usen fórceps porque me dan miedo. Luego de eso, para mí la cosa era bien simple: me venían los dolores, iba al hospital y luego de algunas (pocas, esperemos) horas tenía a mi hijita conmigo. Para ayudarme con este tema apareció mi profesora de yoga prenatal, ella me dijo un montón de las cosas que uno puede pedir, que debe averiguar si se pueden hacer en el hospital al que yo voy a ir, etc. Ahora la tengo un poco más clara, aún no se si todo lo que ella me dijo es importante para mí pero si estoy más convencida que nunca de la importancia de lo que estoy aprendiendo en mi clase de yoga. Aunque a este punto todavía no le puedo poner “check” porque es “work in progress” y lo será hasta el último momento supongo pero si estoy más tranquila porque ya sé más o menos por qué camino debo de andar, qué es lo que debo averiguar y ya empecé a hacer una lista y a leer algunas cosas que me están aclarando el panorama respecto al parto (¿ustedes sabía que existía una posición óptima para el feto al momento del parto (más allá de que esté de cabeza)? Pues yo no y ahora ya sé y sé también como ayudar para lograrla y tener un parto corto) y respecto a cómo hacerlo una linda experiencia y no un episodio traumático. ¡Casi check!

Para terminar, les cuento que exactamente el día que cumplí 19 semanas, sentí por primera vez a Giulia en mi panza. No fueron pataditas sino burbujas, como si fueran gases (si, ya se, bien poco romántico) y debo decir que luego si sentí como dos suaves empujones (que Alberto también sintió porque aunque eran la 1:30 de la mañana lo desperté para que sintiera y estar segura que no eran ideas mías y que no me lo estaba inventando). Luego de eso la he sentido algunas veces más, pero casi siempre como burbujas, cosa que es normal a estas alturas y más normal aún teniendo placenta anterior, como es mi caso. Así que estoy esperando ansiosa que se haga más presente…espero sentirla más ahora que oficialmente estamos ya a mitad de camino.  


martes, 24 de julio de 2012

Poniéndome al día (Parte 1)

Muchas cosas han pasado desde la última vez que escribí, incluyendo muchas sensaciones nuevas, preocupaciones, alegrías. La idea hubiera sido hacer un post para cada uno de estos eventos pero entre visitas, preparativos para viajes, viajes, baby shower, jetlag, colapso de lap top, más preparativos para viajes, entre otros, ha sido imposible sentarme a escribir como hubiera querido.

Aunque trataré de ir en orden cronológico (o al menos en algún tipo de orden lógico), hay un suceso que merece ser destacado sin importar el momento en que sucedió: ¡¡¡Es una niña!!!! ¡¡¡Y se llamará Giulia, Giulia Monguzzi Ferradas!!! (¡Qué emocionante! Es la primera vez que digo, escribo y/o leo su nombre completo!)

La noticia del sexo de Giulia vino un poco de sorpresa…aunque en realidad un poco menos de sorpresa de lo que pudo haber sido de no haber tenido una ecografía en la semana 16. Pero vamos por partes y cucharadas.

Creo que en algún momento, en algún post, les había comentado que yo creía que Giulia era en verdad Adriano (así se hubiera llamado de haber sido niño), desde el principio me refería a ella como si fuera él, mi supuesto instinto se sentía aún más seguro porque todo el mundo me decía que era hombre (desde mi abuela que la soñó hombre, pasando por el calendario chino, hasta las amigas y tías/os que tenían cuchumil teorías sobre que si se ve como hombre en la ecografía –en la que yo con las justas le veía forma humana-, que si está muy formado y los niños se forman más rápido, que si se mueve mucho es hombre y así), incluyendo mi doctor que en la ecografía de la semana 12 donde los médicos pueden -con cierto grado de certeza- determinar el sexo del bebe (digo cierto grado porque a esas alturas del embarazo los genitales femeninos y masculinos se parecen mucho) me dijo que le parecía un niño.

La cosa es que saber que no era Adriano sino Giulia me dejó un poco sin piso. Como si de arranque me dijeran (aunque quizás debería decir “recordaran” porque yo siempre he sabido que mi supuesto sexto sentido femenino nunca ha sido muy preciso que digamos) que mi instinto maternal –que seguro deriva del instinto femenino- no está aún calibrado (o de plano no existe). En mi defensa (o de mi instinto/sexto sentido) debo decir que durante todo este tiempo siempre me pregunté (y tengo testigos) si mi idea de que era hombre era realmente por instinto maternal o simplemente por un tema lingüístico (viviendo en un país en el que no sólo no hablan mi lengua madre sino que además hablan húngaro –lengua dificilísima de aprender- comprenderán que paso mis días hablando inglés y como “bebé” en español es masculino, siempre tenía en la cabeza decir “he” en vez de “it” que hubiera sido lo correcto y “he” terminó pasando al español como “él” y así Giulia se convirtió en mi cerebro en Adriano).

Debo ser sincera y decir que he tenido que procesar que Giulia es Giulia (no te resientas hijita). El proceso me ha tomado unos días pero el impase ya ha sido superado con éxito. Como todo, el asuntó pasó por un tema de expectativas, en mi cerebro era un niño…y no sólo eso, de chica yo siempre pensaba que hubiera sido lindo tener un hermano mayor (con la idea de que me cuide…aunque luego descubrí que no importa quién sea mayor, ni qué tanta diferencia de edad haya, un hermano siempre te cuida) y por eso siempre dije que me gustaría tener un niño primero y una niña después. Junto con eso estaba también el punto de pensar (y sigo pensando) que, de alguna manera, los niños son más fáciles que las niñas (pero más aburridos para vestir, ¡eso si!) y que como madre primeriza mejor agarraba práctica con un niño antes de tener un niña. Pero bueno, el shock no fue nada grave, nada que unas cuantas vueltas por tiendas de ropa de niña no pudieran resolver (compras incluidas claro está).

Ahora vuelvo a la ya mencionada ecografía de la semana 16 que hizo que la sorpresa (y, por lo tanto el shock) de saber que Giulia era Giulia fuera menor de lo que hubiera podido ser. Antes de viajar a Lima, o sea el 25 de Junio, Giulia y yo teníamos una cita con el médico, ecografía incluida (como todas las citas con el médico que tengo), y yo tenía la esperanza de que pudiéramos saber qué era el bebe. A pesar de los consejos de mi madre, yo muy segura de que mi hija es una deportista natural y de que estaría haciendo su rutina matutina de ejercicios como la última vez, no comí chocolate antes de la cita para promover que se moviera por el exceso de azúcar. ¿Qué fue lo que pasó? Pues justamente que no se movió. ¡NADA! Conclusión, además de atravesar por unos segundos de pánico -hasta que el doctor me hizo escuchar sus latidos- porque ya me había hecho a la idea de verla saltar como loca (otra vez, yo y mis expectativas), no pude saber en ese momento si era niño o niña (y la premura radicaba en que todo el mundo en Lima quería saber antes de ir al baby shower y, claro, en que yo ya no me aguantaba las ganas tampoco). No sólo eso, sino que cuando le pregunté al doctor si él podía ver algo, me dijo que no y me preguntó si quería saber qué creía. Yo bien contenta le dije “claro, un niño, no?” y me dijo que no, que, él creía que podía ser una niña porque de perfil no lograba verle los testículos: ¡PLOP! Primer momento de trauma/shock (que al menos sirvió para ir haciéndome a la idea).

Por otro lado, para completar mis traumas del día (traumas total y completamente irracionales, lo sé) Giulia estaba como parece es su costumbre, parada y no echada y, para colmo, ya no era tamaño extra large como había sido hasta la ecografía anterior, ahora era promedio (o hasta mas chica del promedio). ¿Cómo se que era más chica del promedio? Porque obviamente mi súper libro y mi aplicación del Ipod lo decían. Cabe precisar que el doctor estaba felicísimo con la bebe y me había dicho que estaba todo perfecto, de tamaño normal, etc…. pero a mí sólo me importaba que no medía 11cm como debía sino 10.67cm.

Salí de la consulta y llamé a Alberto que estaba en el aeropuerto de Milán a punto de tomar su vuelo para regresar a Budapest. Como él me conoce muy bien, inmediatamente sacó que tenía algo y, claro, lo asusté…porque quién se va a imaginar que alguien con dos dedos de frente va a estar nerviosa porque no vió el sexo de su bebe, porque el bebe está parado y no echado y/o porque resulta que tiene 0.23cm menos de lo que debería de tener. NADIE.

Felizmente salí de mi cita a encontrarme con dos amigas que me distrajeron un buen rato (¡gracias Magaly y Katty!) pero ni bien llegué a la casa, por alguna extraña razón, me puse a llorar. En ese momento, el hecho que Giulia no se hubiera movido como antes y que estuviera parada me ponía muy ansiosa, no sé por qué, como si me diera la impresión de que no descansa y está incómoda (¿?). Yo sabía perfectamente que era normal y no quería preguntarle al médico porque no me gusta hacer preguntas estúpidas, y más que estúpidas -porque no hay pregunta estúpida-, no me gusta hacer preguntas de las que yo misma se la respuesta: el bebe tiene mucho espacio en el saco y se mueve y da volantines todo el día y ha sido pura coincidencia que esté parado así, seguro en otros momentos del día está echado (finalmente, cuando Alberto llegó y me puse a llorar otra vez, no me aguanté y le escribí a la enfermera y me dio justamente esa explicación).

Por otro lado, el que ya no fuera el bebe más grande del universo también me ponía nerviosa. ¿Por qué ya no es tan grande? ¿Será que no la estoy alimentando bien? Una vez más, mi preocupación era completamente irracional. Primero que los fetos no crecen al mismo ritmo todas las semanas (lo más probable era que si le hacíamos una siguiente ecografía una o más semanas después otra vez sería más larga del promedio, cosa que además ocurrió) y segundo que ¿quién dice que los bebes más saludables son los más grandes? Alberto, que mide dos metros, nació pesando menos de 3 kilos y midiendo menos de 50cm. No hay relación necesariamente entre el tamaño/peso del nacimiento (o, el de la panza) con el tamaño que el bebe vaya a tener cuando nazca y crezca. Pero uno tiene esa idea en la cabeza de que mientras más grande, más saludable y fuerte, y yo la aplicaba también al pobre bebe en mi panza. En ese momento, aunque si era 100% consciente de la irracionalidad de mis traumas, seguía igualmente traumada…y me sabía todas las explicaciones que contrarrestaban mis preocupaciones, no era que me las había olvidado, las sabía una a una pero igual lloraba. Lloraba porque siendo yo la que tiene a Giulia adentro, es difícil no sentirse responsable por cualquier cosa que le pase o le deje de pasar (en este caso crecer) y, porque estando tan pendiente de lo que como y de no engordar más de lo justo y necesario, me sentí culpable de estar “matando de hambre” a mi hija (cosa también poco probable porque normalmente los bebes se alimentan de la madre y le quitan todo a ella, así que si me estaba faltando comida es más probable que sea yo la que se esté descalcificando y debilitando –cosa que no ha pasado por si acaso-  a que sea Giulia la que no se esté alimentando).

Sobre esto quiero mencionar el hecho que Alberto, a diferencia mía, no tiene expectativas nunca cuando tenemos una cita, sobre nada, no las tenía sobre el sexo del bebe ni las tiene jamás sobre sus medidas porque no lee como leo yo (y eso que leo bastante menos de lo que hubiera pronosticado) y, por lo tanto, él en ningún momento sufrió ningún shock…él siempre se alegra, le basta con saber que Giulia y yo estamos bien (y por lo general siempre pregunta primero si yo estoy bien…al menos por ahora) para estar contento y tranquilo.



martes, 19 de junio de 2012

El primer día del padre de Alberto


El domingo fue el día del padre en Perú (y en Hungría y en la mayoría de países de Latinoamérica) y aunque estábamos en Italia y ahí se celebra el 19 de Marzo, día de San José, como en España, para nosotros, éste fue el primer día del padre de Alberto.


La verdad no tengo mucho que contar sobre este día porque temprano en la mañana Alberto salió de viaje y no lo pasamos juntos mucho tiempo pero quería escribir sobre esto para que cuando nuestro hijit@ lea este blog, sepa cómo fue el primer día del padre de su babbo (como se dice cariñosamente “papi” en italiano).

Alberto no se acordaba que era el día del padre en Perú (aunque si me había escuchado coordinar el regalo que le estaba mandando yo a mi papá) y si se acordó, así como yo en el día de la madre, tampoco lo relacionó mucho con él mismo. Así que cuando abrió el ojo en la mañana y yo –que estaba leyendo en  la cama porque ese día “madrugué”- le pregunté si se había despertado (es una broma interna nuestra, cuando no nos queremos levantar el fin de semana nos preguntamos mutuamente si ya nos hemos despertado y los dos decimos que no aunque estamos con los ojos bien abiertos) él me respondió como siempre que no y yo fui corriendo a sacar de mi maleta la bolsita de su regalo y se lo di. Lamentablemente esta vez Alberto EFECTIVAMENTE NO SE HABÍA DESPERTADO y, como seguía más dormido que despierto, se demoró varios minutos en captar lo del regalo y el día del padre.

El regalo era muy sencillo, era un monedero que él me había pedido no hace mucho para poder separar las diferentes monedas que normalmente “colecciona” en la casa como consecuencia de tanto viaje. Era chiquito, de cuero y azul. Lo más lindo era la envoltura que era plateada y se cerraba con un sticker de una jirafa (como nosotros nos referimos cariñosamente al bebe) en pañal. Adentro puse una tarjetita (con la misma jirafa) que decía “¡Feliz primer día del Padre Babbo! Ti amo!” firmada por el bebe (con los dos potenciales nombres por si el doctor se equivoca y no es lo que dijo que sería).

Conforme pasaron los minutos Alberto se empezó a emocionar más y más y me agradeció muchas veces el regalo durante las dos horas y media que estuvimos juntos antes que nos separáramos por su viaje. Yo, por supuesto, como no podía ser de otra manera en situaciones importantes durante el embarazo, me emocioné hasta las lágrimas (pero esta vez no a sollozos, sólo lágrimas) cuando le entregué el regalo (y por los siguientes 20 minutos, mientras seguía leyendo mi libro).

Fue un día del padre simple, no duró mucho la celebración pero fue significativo para los dos, creo que especialmente para Alberto. Quizás para él ese haya sido uno de los pocos días (u horas) en los que en verdad se ha sentido papá, en los que a él le ha tocado sentir la realidad de nuestra “dulce espera”.

domingo, 10 de junio de 2012

¿Y ahora? ¿Cómo seremos de padres?



El otro día, una amiga que también está embarazada por primera vez me dijo (entiéndase “me escribió” porque nos estábamos mandando mensajes por Facebook) que siempre se preguntaba si sería una buena madre y que por qué no escribía sobre eso. Ahí me di cuenta que no me había puesto a pensar mucho –casi nada- en el asunto y de hecho debería ser una de las cosas en las que más debería estar pensando. Hasta ahora he estado más preocupada por la parte logística de la llegada del bebe (viendo lo del contrato de Alberto, mirando potenciales departamentos para mudarnos, averiguando dónde se compran cosas para bebes en Budapest, qué trámites burocráticos hay que seguir para dar a luz en Hungría, etc.) que por cómo van a ser las cosas cuando ya esté aquí.

Luego de pensarlo un rato (no mucho tampoco) me di cuenta que si no he pensado antes en mis futuras habilidades de madre es porque creo que confío en mi instinto (quizás equivocadamente, tomando en cuenta que nunca he sido muy maternal) y en que, habiendo tenido el ejemplo de mi mamá, seré una madre parecida a ella (con ser la mitad de buena creo que me doy por bien servida). De hecho, para la mayoría de personas el referente más inmediato de cómo ser (o no ser) buen padre son los propios progenitores y por eso el mío es mi mamá y ella siempre me dijo que, como yo, nunca fue muy maternal y nunca le tuvo mucha paciencia a los niños, hasta que fueron sus hijos. Así que si ella, habiendo sido así como soy yo, hizo un tan buen papel, yo confío en que a mí también me salga bien el rol de madre. Además, como nadie nació sabiendo ni es el padre perfecto, estoy segura que iré aprendiendo en el camino (y desde ya le pido perdón a mi hijit@ por los errores que seguro voy a cometer en los próximos años y que sólo serán fruto de mi intención de hacer lo mejor que puedo por él/ella).



Pero el que no haya pensado en qué tal madre seré no quiere decir que no me haya preocupado por otras cosas relacionadas con la maternidad o con la crianza de mi hij@. Hay un tema que me viene dando vueltas en la cabeza incluso desde antes de salir embarazada y que de alguna manera siempre trato de bloquear de mi cerebro (como suelo hacer con las cosas que me generan angustia): el cómo vamos a hacer Alberto y yo para conciliar nuestras diferencias culturales.

En toda pareja, incluso en las más usuales, las de dos personas que vienen del mismo país e incluso de la misma ciudad (a veces hasta del mismo barrio), con la llegada de los hijos siempre hay ajustes que hacer, detalles que pulir. Nunca dos personas han sido criadas de la misma manera y, por lo tanto, hay que buscar (y encontrar) una forma de crianza que satisfaga a los dos padres. En nuestro caso la cosa es aún más complicada. No sólo hemos sido criados de maneras MUY distintas (las personalidades y estilos de nuestros padres son totalmente diferentes) sino que, además, venimos de países distintos y culturalmente pensamos distinto.

A veces parece hasta tonto pero asuntos que una pareja unicultural se dan por descontados o son “obvios” en una pareja mixta como la nuestra no lo son. Por citar un par de ejemplos: en Perú (y creo que en la mayor parte de la América Latina) a las mujercitas se les pone aretes en el momento en el que nacen (o por lo menos salen del hospital con sus aretes puestos, aretes que por lo general son el típico regalo de los abuelos). En Italia (y también en Hungría, por lo que me imagino que es algo generalizado en Europa), no. En Italia ven casi como una mutilación el que a una niña tan chiquita se le pongan aretes y se le haga sufrir luego de lo traumático que ya ha sido el parto. Para ellos, la decisión de ponerse o no aretes debe ser tomada por la niña cuando esté más grande o incluso cuando sea adolescente (una de las amigas de Alberto me contó que se hizo los huecos en las orejas por primera vez a los 15 años, una amiga mía húngara se los hizo a los 20 y mi suegra no se los hizo nunca). Entonces, en el caso que nuestro bebé sea una niña, tendremos que tener una conversación que a las parejas “no mixtas” no se les habría ni ocurrido (de hecho, yo no me había dado cuenta hasta que un día, paseando por Monza con amigos de Alberto, uno de ellos hizo un comentario de sorpresa sobre una niña en cochecito que tenía aretes y ahí me explicaron el por qué de su extrañeza).

Otro ejemplo es el hecho que en Perú (o al menos la gente que yo conozco) los niños le llaman “tío” o “tía” a todo adulto que conocen, ya sean familiares de verdad o amigos de los papás. En Italia eso tampoco es así -cuando recién conoció a mi “familia” (entre comillas porque yo considero familia todos esos tíos que en verdad no lo son),  Alberto estaba confundidísimo porque no entendía nada y no sabía quién era tío de verdad y quién un amigo de familia. Allá, tíos son los hermanos de los padres y de los abuelos, -ni siquiera los primos de los padres (que son considerados también primos)- y, por lo tanto, sólo a ellos se les llama “ti@”.

Y esos son sólo muestras, ejemplos de diferencias culturales macro, hay muchas más que afectarán de manera directa la crianza, el día a día de nuestros hijos. La conclusión es que junto al proceso usual que toda pareja tiene que atravesar en la búsqueda de un sistema de crianza propio, nosotros tendremos algunos “obstáculos” culturales adicionales, obstáculos que además, aunque siempre existen (incluso cuando sólo somos los dos) normalmente se hacen más evidentes en temas y ocasiones importantes (la organización de nuestro matrimonio fue la primera vez que fui consciente de que para nosotros varias cosas iban a ser más difíciles) y que, como pareja, ya más o menos habíamos conciliado (con no pocas batallas) y que ahora tendremos que trabajar en nuestra faceta como padres. Y, para qué negarlo, me da un poco de miedo.

Justo ayer le comenté a Alberto que este tema me estaba atormentando (él no veía tanto problema en el asunto… de hecho, él desde antes estaba convencido de que, como de pareja estábamos tan bien “afinados”, ser padres iba a ser facilísimo… ¡iluso!) y empezamos a hacer una especie de lista de reglas básicas que nos gustaría tener con el bebe (leí que era bueno hacer esto en mi libro de cabecera del embarazo y en otros lados). A pesar de que desde el inicio de la lista empezaron a notarse las diferencias también hubo varias coincidencias que me dieron tranquilidad así que, aunque veo avecinarse varias batallas (cada uno tratando de defender e inculcar al bebe su “italianidad” y “peruanidad” respectivamente), creo que al final no va a ser TAN difícil (o al menos eso espero).

lunes, 4 de junio de 2012

Nuestra primera clase de yoga


Hoy, después de una búsqueda incansable -tanto online como por las calles de Budapest (hubieron dos estudios que busqué bien vestida de yoga y que jamás encontré en las direcciones que aparecían en internet)-, mi hijt@ y yo tuvimos nuestra primera clase de yoga prenatal.

Sinceramente, me gustan más las clases de Yoga Agni y Vinyasa (especialmente las de Agni) que tomaba antes de salir embarazada pero debo admitir que estas clases prenatales parecen bastante útiles. Éramos cinco mujeres en la clase, la “menos embarazada” –con mis 13 semanas exactas- era yo. Una de ellas tenía 32 semanas, otras dos estaban bien pasadas las 20 y había una más que tendría algunas semanas más que yo a juzgar por los tamaños de las panzas de cada una. Yo era también la más nueva en la clase y la única que no hablaba húngaro.

Cuando llegué, la profesora me dijo que tomara un mat de yoga, dos colchas (¿?) y dos almohadas largas (no eran tanto almohadas sino una especia de cojines en forma de tubo) (otra vez, ¿?). Agarré mis cosas y me instalé al final del salón.

“Gracias” a mi falta de húngaro, la clase se tuvo que volver bilingüe (la profesora me dijo que las podía hacer bilingües hasta que yo le diga que ya entiendo las indicaciones en húngaro…o sea que podemos asumir que seguirán así hasta diciembre que me toque dar a luz). Felizmente, esto no pareció molestar a mis demás compañeras de clase. Lo que sí, era un poco complicado para mí porque el húngaro y el inglés se intercalaban y tenía que estar atenta a que no se me pase la indicación en inglés en medio de tanto húngaro (porque además, siendo la profesora húngara, las partes en húngaro eran mucho más largas y detalladas que las de inglés así que si no estaba “mosca” me las podía perder).

A diferencia de mis clases “pre-embarazo” de las que salía empapada de sudor y muerta del cansancio, esta vez no derramé ni una gota y la verdad tampoco me tuve que esforzar mucho salvo por un par de estiramientos (todo el progreso que había logrado parece que lo perdí en estas 10 semanas de para forzosa). Me imagino que esto tiene que ver también con  el hecho que aún no cargo peso adicional en la panza, ya iremos viendo cómo me va después.

Esperaba una clase de yoga más “normal”, con muchas asanas (modificadas para embarazadas claro) y más movimiento y lo que encontré fueron muchos ejercicios de relajación y respiración, de control de músculos perineales (que hasta antes de hoy no tenía idea de qué eran pero resulta que su entrenamiento y fortalecimiento facilita el parto, puede impedir que te hagan una episiotomía y facilita la recuperación de “esa zona” post parto), de estiramientos pélvicos, varias posiciones que facilitan el trabajo de parto e incluso la salida del bebe y hasta unos minutos de “baile” (por si se quedaron con la curiosidad, resultó ser que las frazadas y cojines eran para facilitar algunas posiciones sobre todo en el caso de las chicas más panzonas). Al principio estaba un poco decepcionada pero al final de los 90 minutos, si sentí que las clases valen la pena, que me van a servir y ya me compré mi pase de 10 clases para ir dos veces a la semana de ahora en adelante.

Aunque todavía me siento desubicada poniéndome en cuatro patas en posiciones de trabajo de parto o aprendiendo técnicas de respiración, si creo que este tipo de clases te conecta de una manera especial con el bebe y sólo por eso vale la pena ir desde ahora. Desde el inicio, te piden que le hables a tu hij@ y que le digas que vas a empezar la clase, que él/ella también se relaje, que te toques la panza, que le avises que ya va a acabar. Es más, en la parte de relajación final te piden que mientras te vas relajando, toques tu barriga en la parte en la que están las distintas partes del bebe para que él/ella también se relaje (claro, como el mío es tan chiquito y no tengo idea de donde está, yo me acariciaba toda la panza pero las demás mujeres sí sabían más o menos cómo estaba posicionado su bebe y dónde tenían que tocarse la barriga).

A pesar de que desde la última vez que fuimos al médico -y vimos que nuestro bebe ya parece un bebe (y no un frejol cabezón) y que más o menos tenemos una idea de qué sexo es (y por lo tanto de cómo se va a llamar)- Alberto y yo hemos empezado a hablarle a mi barriga, la verdad es que siempre lo hemos hecho más de broma (por ejemplo Alberto quejándose de mí por alguna cosa y diciéndole que su mamá es una pesada y yo haciendo lo mismo y diciéndole que no le haga caso a su papá o que no aprenda tal o cual cosa de su papá). Hoy ha sido la primera vez que le he hablado en serio, que le he preguntado si le estaba gustando la clase (porque con lo activo que es fácil se estaba aburriendo con esto de los estiramientos y la relajación), que me he agarrado la barriga con “amor” (aunque esto quizás no sea tan cierto, porque aunque a veces me la agarro por costumbre, siempre lo hago con cariño) y que me he preguntado a mi misma qué estará sintiendo/pensando (o si siquiera puede sentir o pensar algo a estas alturas) con todos los movimientos raros que estaba haciendo. De alguna manera, es linda la clase porque sientes que estás haciendo algo CON tu bebe y, sobre todo, POR tu bebe (claro, y también por ti, porque si en verdad esto va a hacer el parto más fácil, lo va a hacer más fácil para los dos) y porque durante toda la clase eres cien por ciento consciente que eres una mujer embarazada, que requieres ejercicios diferentes (sino estaría en la clase de Yoga Agni que tanto me gusta) y te preocupas en cada minuto en pensar en la personita que llevas dentro. En conclusión, sales de la clase sintiéndote más embarazada que nunca y más cerca a tu bebit@.

¡La verdad, ya quiero que sea miércoles otra vez para ir a mi siguiente clase de yoga!

miércoles, 30 de mayo de 2012

Ha salido al papá


Hoy tuvimos nuestra tercera cita médica. Era una cita particularmente importante porque tocaba hacer las medidas y análisis de sangre para determinar la probabilidad de síndrome de down y ver si son necesarias más pruebas. Acá, como en Estados Unidos –creo que en Perú y en Italia sólo hacen la ecografía-, para hacer este descarte no sólo miden el pliegue o traslucencia nucal (la cantidad de líquido pseudo-linfático acumulado en la nuca del bebe) sino que además te hacen un análisis de sangre en el que se analizan las cifras de Alfaproteina y la fracción beta de Gonadotropina Coriónica (no me pregunten qué es eso que no tengo idea y no es el tema del post, lo menciono sólo de manera informativa). La combinación de los resultados de estos tres exámenes con el largo del bebe y con la edad de la madre te dicen qué tan alto es el riesgo de que hayan alteraciones cromosómicas. Dependiendo de eso se recomiendan más exámenes (como la amniocentesis por ejemplo).

Aunque los resultados del test de sangre aún están pendientes, por la medida del pliegue nuestro hijit@ parece estar muy bien, lo máximo aceptable en la medida es 3mm y él/ella tiene 1.5mm. O sea que se ve muy saludable.


Ahora, volviendo al título del post, que me imagino es lo que los tiene más intrigados, no sólo nuestro hij@ ha salido a su padre en altura/longitud (ya nos dijo el doctor que es más alto del promedio) sino que además ha salido deportista como Alberto. Al parecer lo agarramos justo en el momento de su rutina diaria de ejercicios. Estaba parado, apoyado en la placenta y hacía planchas contra la placenta (como los ejercicios de pecho que uno hace apoyado en la pared, igualito) y, como si eso fuera poco, se paraba y se agachaba una y otra vez. Si hubiera salido a mí, además de ser menos largo y más gordito, estaría bien echado panza arriba dándose la buena vida como los demás bebes que he visto en otras ecografías de esta época del embarazo. Para ser sincera, fuera de bromas, ojalá que en verdad salga a Alberto en ese aspecto (y en todos los que quiera…¡¡aunque en el carácter si preferiría que salga a mí!!).



Por otro lado, sigo alucinada con la maravilla de las ecografías, mejor dicho de la naturaleza (y de paso de las ecografías que nos permiten dar una mirada y ver el milagro de la vida desde tan temprano). Es increíble que un ser humano de apenas 7cm de largo tenga ya casi todo el cuerpecito formado. Casi casi le podemos contar los dedos y cada una de las vértebras de la columna mientras se mueve en el video que nos dieron. Es que ni siquiera tengo palabras para describir lo que se siente…

En lo que respecta a mi proceso de enamoramiento de nuestro bebé, ya ha empezado, y es cada vez más fuerte y veloz, hasta me atrevería a decir que ahora si ya lo quiero y esto me hace muy feliz. Estoy  muy contenta de no tener que esperar hasta sentirlo, verlo o conocerlo para amarlo.

Sólo para terminar, y para dejarlos con el suspenso, ya el doctor dio una opinión adelantada del sexo del bebé pero como aún no es 100% seguro, lo mantenemos en secreto.

lunes, 28 de mayo de 2012

Su primera ropita


Hace dos sábados Alberto llegó de Italia después de un viaje de un par de semanas. Dentro de su equipaje traía un regalo que nos mandaba una amiga suya a quien no tengo el gusto de conocer. Él, muy considerado, tuvo la gentileza de no abrir el regalo hasta que estuviéramos los dos juntos (lo menciono porque la verdad no se si yo hubiera sido tan gentil, es más, probablemente no). El regalo, además de ser la primera ropita que nos han regalado (a excepción del babero que compró mi hermano), es el primer regalo que tengo en mis manos (una querida amiga me regaló una de esas telas para colgarme al bebe en el cuerpo pero no lo cuento porque es más para mí que para el bebe).

Dejando de lado que la ropita es linda, súper clásica y unisex y que las sandalias son preciosas, lo memorable del evento no fue la ropita en sí si no la reacción que ocasionó en mi. Como ya he dicho varias veces, hasta el momento puedo casi jactarme de estar bastante bajo control en lo que respecta a las hormonas, en el sentido de no tener cambios de humor marcados, de ponerme a llorar por cualquier cosa o de estar pesada (al menos no más que de costumbre). Pero hay algunos eventos, como el de la ropita, que me hacen recordar que de alguna manera no soy la misma de antes y que si, a veces reacciono de maneras inesperadas e irracionales.

Cuando abrí la bolsita donde venía el regalo y saqué primero las sandalias de nuestro hijit@ empecé inmediatamente a llorar, y ni que se diga cuando saqué el conjuntito verde con su camiseta blanca. Pero no es que se me salieron las lágrimas, no, lloraba a sollozos, y la verdad no entendía bien por qué pero el asunto es que no podía parar. Mientras tanto, Alberto se reía y yo me molestaba porque él se reía mientras seguía llorando. Él me abrazaba y me explicaba que no se estaba burlando de mí sino que le parecía tierno que llorara así y me preguntaba por qué era que lloraba.

Su primera ropita

Me la pasé llorando como 10 minutos mientras doblaba la ropita y la guardaba, luego la volvía a mirar y así hasta que finalmente se me pasó. Creo que lo que me hizo llorar no fue el detalle del regalo (como les dije ni siquiera es que me emocionara por la remitente porque no conozco a esta chica), ni la ropita en sí misma (creo que cualquier cosa para el bebe hubiera tenido el mismo efecto), creo que fue el hecho de por primera vez tener en mis manos algo que mi hijit@ se va a poner. Es como que en ese instante me quedó claro –una vez más- que en 6 meses estará con nosotros una personita que 6 meses después (porque la ropita es talla 6 meses) se vestiría con ese conjunto y se verá precios@. Cada día (o quizás no cada día pero cada tanto) hay pequeños eventos que te recuerdan la realidad del asunto, que te hacen ver una vez más que, aunque hasta el momento no hayan mayores señales externas (pero si una ilusión que crece día a día –junto con la panza-), dentro de muy poco tiempo no seremos más dos, seremos tres y uno de los tres dependerá 100% de nosotros y será lo máximo. Aunque no quiero que se pase rápido el embarazo porque quiero disfrutar cada minuto, a veces siento que no puedo esperar más a conocer a nuestro hijit@ (por lo pronto no puedo esperar más a que sea miércoles y poder verl@ otra vez).


Es tan emocionante saber que dentro de nada todo va a cambiar… y que va cambiar para mejor.