Hoy, después de una búsqueda incansable -tanto online como por las calles de Budapest (hubieron
dos estudios que busqué bien vestida de yoga y que jamás encontré en las
direcciones que aparecían en internet)-, mi hijt@ y yo tuvimos nuestra primera clase
de yoga prenatal.
Sinceramente, me gustan más las clases de Yoga Agni
y Vinyasa (especialmente las de Agni) que tomaba antes de salir embarazada pero
debo admitir que estas clases prenatales parecen bastante útiles. Éramos cinco
mujeres en la clase, la “menos embarazada” –con mis 13 semanas exactas- era yo.
Una de ellas tenía 32 semanas, otras dos estaban bien pasadas las 20 y había
una más que tendría algunas semanas más que yo a juzgar por los tamaños de las panzas
de cada una. Yo era también la más nueva en la clase y la única que no hablaba
húngaro.
Cuando llegué, la profesora me dijo que tomara
un mat de yoga, dos colchas (¿?) y
dos almohadas largas (no eran tanto almohadas sino una especia de cojines en
forma de tubo) (otra vez, ¿?). Agarré mis cosas y me instalé al final del
salón.
“Gracias” a mi falta de húngaro, la clase se
tuvo que volver bilingüe (la profesora me dijo que las podía hacer bilingües
hasta que yo le diga que ya entiendo las indicaciones en húngaro…o sea que podemos
asumir que seguirán así hasta diciembre que me toque dar a luz). Felizmente,
esto no pareció molestar a mis demás compañeras de clase. Lo que sí, era un
poco complicado para mí porque el húngaro y el inglés se intercalaban y tenía
que estar atenta a que no se me pase la indicación en inglés en medio de tanto
húngaro (porque además, siendo la profesora húngara, las partes en húngaro eran
mucho más largas y detalladas que las de inglés así que si no estaba “mosca” me
las podía perder).
A diferencia de mis clases “pre-embarazo” de las
que salía empapada de sudor y muerta del cansancio, esta vez no derramé ni una
gota y la verdad tampoco me tuve que esforzar mucho salvo por un par de
estiramientos (todo el progreso que había logrado parece que lo perdí en estas
10 semanas de para forzosa). Me imagino que esto tiene que ver también con el hecho que aún no cargo peso adicional en
la panza, ya iremos viendo cómo me va después.
Esperaba una clase de yoga más “normal”, con muchas
asanas (modificadas para embarazadas claro) y más movimiento y lo que encontré
fueron muchos ejercicios de relajación y respiración, de control de músculos
perineales (que hasta antes de hoy no tenía idea de qué eran pero resulta que
su entrenamiento y fortalecimiento facilita el parto, puede impedir que te
hagan una episiotomía y facilita la recuperación de “esa zona” post parto), de
estiramientos pélvicos, varias posiciones que facilitan el trabajo de parto e
incluso la salida del bebe y hasta unos minutos de “baile” (por si se quedaron
con la curiosidad, resultó ser que las frazadas y cojines eran para facilitar
algunas posiciones sobre todo en el caso de las chicas más panzonas). Al
principio estaba un poco decepcionada pero al final de los 90 minutos, si sentí
que las clases valen la pena, que me van a servir y ya me compré mi pase de 10
clases para ir dos veces a la semana de ahora en adelante.
Aunque todavía me siento desubicada poniéndome
en cuatro patas en posiciones de trabajo de parto o aprendiendo técnicas de
respiración, si creo que este tipo de clases te conecta de una manera especial
con el bebe y sólo por eso vale la pena ir desde ahora. Desde el inicio, te
piden que le hables a tu hij@ y que le digas que vas a empezar la clase, que
él/ella también se relaje, que te toques la panza, que le avises que ya va a
acabar. Es más, en la parte de relajación final te piden que mientras te vas
relajando, toques tu barriga en la parte en la que están las distintas partes
del bebe para que él/ella también se relaje (claro, como el mío es tan chiquito
y no tengo idea de donde está, yo me acariciaba toda la panza pero las demás
mujeres sí sabían más o menos cómo estaba posicionado su bebe y dónde tenían
que tocarse la barriga).
A pesar de que desde la última vez que fuimos al médico
-y vimos que nuestro bebe ya parece un bebe (y no un frejol cabezón) y que más
o menos tenemos una idea de qué sexo es (y por lo tanto de cómo se va a llamar)-
Alberto y yo hemos empezado a hablarle a mi barriga, la verdad es que siempre
lo hemos hecho más de broma (por ejemplo Alberto quejándose de mí por alguna
cosa y diciéndole que su mamá es una pesada y yo haciendo lo mismo y diciéndole
que no le haga caso a su papá o que no aprenda tal o cual cosa de su papá). Hoy
ha sido la primera vez que le he hablado en serio, que le he preguntado si le
estaba gustando la clase (porque con lo activo que es fácil se estaba
aburriendo con esto de los estiramientos y la relajación), que me he agarrado la
barriga con “amor” (aunque esto quizás no sea tan cierto, porque aunque a veces
me la agarro por costumbre, siempre lo hago con cariño) y que me he preguntado a
mi misma qué estará sintiendo/pensando (o si siquiera puede sentir o pensar
algo a estas alturas) con todos los movimientos raros que estaba haciendo. De
alguna manera, es linda la clase porque sientes que estás haciendo algo CON tu
bebe y, sobre todo, POR tu bebe (claro, y también por ti, porque si en verdad
esto va a hacer el parto más fácil, lo va a hacer más fácil para los dos) y
porque durante toda la clase eres cien por ciento consciente que eres una mujer
embarazada, que requieres ejercicios diferentes (sino estaría en la clase de
Yoga Agni que tanto me gusta) y te preocupas en cada minuto en pensar en la
personita que llevas dentro. En conclusión, sales de la clase sintiéndote más
embarazada que nunca y más cerca a tu bebit@.
¡La verdad,
ya quiero que sea miércoles otra vez para ir a mi siguiente clase de yoga!
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