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miércoles, 30 de mayo de 2012

Ha salido al papá


Hoy tuvimos nuestra tercera cita médica. Era una cita particularmente importante porque tocaba hacer las medidas y análisis de sangre para determinar la probabilidad de síndrome de down y ver si son necesarias más pruebas. Acá, como en Estados Unidos –creo que en Perú y en Italia sólo hacen la ecografía-, para hacer este descarte no sólo miden el pliegue o traslucencia nucal (la cantidad de líquido pseudo-linfático acumulado en la nuca del bebe) sino que además te hacen un análisis de sangre en el que se analizan las cifras de Alfaproteina y la fracción beta de Gonadotropina Coriónica (no me pregunten qué es eso que no tengo idea y no es el tema del post, lo menciono sólo de manera informativa). La combinación de los resultados de estos tres exámenes con el largo del bebe y con la edad de la madre te dicen qué tan alto es el riesgo de que hayan alteraciones cromosómicas. Dependiendo de eso se recomiendan más exámenes (como la amniocentesis por ejemplo).

Aunque los resultados del test de sangre aún están pendientes, por la medida del pliegue nuestro hijit@ parece estar muy bien, lo máximo aceptable en la medida es 3mm y él/ella tiene 1.5mm. O sea que se ve muy saludable.


Ahora, volviendo al título del post, que me imagino es lo que los tiene más intrigados, no sólo nuestro hij@ ha salido a su padre en altura/longitud (ya nos dijo el doctor que es más alto del promedio) sino que además ha salido deportista como Alberto. Al parecer lo agarramos justo en el momento de su rutina diaria de ejercicios. Estaba parado, apoyado en la placenta y hacía planchas contra la placenta (como los ejercicios de pecho que uno hace apoyado en la pared, igualito) y, como si eso fuera poco, se paraba y se agachaba una y otra vez. Si hubiera salido a mí, además de ser menos largo y más gordito, estaría bien echado panza arriba dándose la buena vida como los demás bebes que he visto en otras ecografías de esta época del embarazo. Para ser sincera, fuera de bromas, ojalá que en verdad salga a Alberto en ese aspecto (y en todos los que quiera…¡¡aunque en el carácter si preferiría que salga a mí!!).



Por otro lado, sigo alucinada con la maravilla de las ecografías, mejor dicho de la naturaleza (y de paso de las ecografías que nos permiten dar una mirada y ver el milagro de la vida desde tan temprano). Es increíble que un ser humano de apenas 7cm de largo tenga ya casi todo el cuerpecito formado. Casi casi le podemos contar los dedos y cada una de las vértebras de la columna mientras se mueve en el video que nos dieron. Es que ni siquiera tengo palabras para describir lo que se siente…

En lo que respecta a mi proceso de enamoramiento de nuestro bebé, ya ha empezado, y es cada vez más fuerte y veloz, hasta me atrevería a decir que ahora si ya lo quiero y esto me hace muy feliz. Estoy  muy contenta de no tener que esperar hasta sentirlo, verlo o conocerlo para amarlo.

Sólo para terminar, y para dejarlos con el suspenso, ya el doctor dio una opinión adelantada del sexo del bebé pero como aún no es 100% seguro, lo mantenemos en secreto.

lunes, 28 de mayo de 2012

Su primera ropita


Hace dos sábados Alberto llegó de Italia después de un viaje de un par de semanas. Dentro de su equipaje traía un regalo que nos mandaba una amiga suya a quien no tengo el gusto de conocer. Él, muy considerado, tuvo la gentileza de no abrir el regalo hasta que estuviéramos los dos juntos (lo menciono porque la verdad no se si yo hubiera sido tan gentil, es más, probablemente no). El regalo, además de ser la primera ropita que nos han regalado (a excepción del babero que compró mi hermano), es el primer regalo que tengo en mis manos (una querida amiga me regaló una de esas telas para colgarme al bebe en el cuerpo pero no lo cuento porque es más para mí que para el bebe).

Dejando de lado que la ropita es linda, súper clásica y unisex y que las sandalias son preciosas, lo memorable del evento no fue la ropita en sí si no la reacción que ocasionó en mi. Como ya he dicho varias veces, hasta el momento puedo casi jactarme de estar bastante bajo control en lo que respecta a las hormonas, en el sentido de no tener cambios de humor marcados, de ponerme a llorar por cualquier cosa o de estar pesada (al menos no más que de costumbre). Pero hay algunos eventos, como el de la ropita, que me hacen recordar que de alguna manera no soy la misma de antes y que si, a veces reacciono de maneras inesperadas e irracionales.

Cuando abrí la bolsita donde venía el regalo y saqué primero las sandalias de nuestro hijit@ empecé inmediatamente a llorar, y ni que se diga cuando saqué el conjuntito verde con su camiseta blanca. Pero no es que se me salieron las lágrimas, no, lloraba a sollozos, y la verdad no entendía bien por qué pero el asunto es que no podía parar. Mientras tanto, Alberto se reía y yo me molestaba porque él se reía mientras seguía llorando. Él me abrazaba y me explicaba que no se estaba burlando de mí sino que le parecía tierno que llorara así y me preguntaba por qué era que lloraba.

Su primera ropita

Me la pasé llorando como 10 minutos mientras doblaba la ropita y la guardaba, luego la volvía a mirar y así hasta que finalmente se me pasó. Creo que lo que me hizo llorar no fue el detalle del regalo (como les dije ni siquiera es que me emocionara por la remitente porque no conozco a esta chica), ni la ropita en sí misma (creo que cualquier cosa para el bebe hubiera tenido el mismo efecto), creo que fue el hecho de por primera vez tener en mis manos algo que mi hijit@ se va a poner. Es como que en ese instante me quedó claro –una vez más- que en 6 meses estará con nosotros una personita que 6 meses después (porque la ropita es talla 6 meses) se vestiría con ese conjunto y se verá precios@. Cada día (o quizás no cada día pero cada tanto) hay pequeños eventos que te recuerdan la realidad del asunto, que te hacen ver una vez más que, aunque hasta el momento no hayan mayores señales externas (pero si una ilusión que crece día a día –junto con la panza-), dentro de muy poco tiempo no seremos más dos, seremos tres y uno de los tres dependerá 100% de nosotros y será lo máximo. Aunque no quiero que se pase rápido el embarazo porque quiero disfrutar cada minuto, a veces siento que no puedo esperar más a conocer a nuestro hijit@ (por lo pronto no puedo esperar más a que sea miércoles y poder verl@ otra vez).


Es tan emocionante saber que dentro de nada todo va a cambiar… y que va cambiar para mejor.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Mi(s) primer(os) día(s) de la madre


Empezando el 6 de mayo y hasta el día 13, he tenido 3 días de la madre. El 6, el Anyák Napja, es decir el día la madre húngaro; el 10 de mayo, el día de la madre mexicano (que lo supe no porque mi hermano viva en México sino porque ese día era la reunión matutina mensual del grupo hispanohablante al que frecuento y en el que lo que más hay son mexicanas –seguidas de peruanas-) y el 13 el día de la madre peruano.

De todos estos, podríamos decir que no festejé ninguno. La celebración húngara de plano me la olvidé.  Ni me acordé que era el domingo 6. Había visto en las tiendas los anuncios por el día de la madre pero la verdad nunca me detuve a pensar (o recordar, porque ya el año pasado estábamos acá) cuándo era. Creo que asumí que era igual que el peruano. El mexicano se podría decir que si lo celebré pero en verdad no tanto. Como les dije, fui a la reunión del grupo hispanohablante, se conmemoró el día y hasta nos dieron un clavel a todas las mujeres (a todas, madres y no madres sin distinción) pero como todavía no había hecho público mi embarazo como que no me sentí muy agasajada. Finalmente, en el día de la madre peruano tampoco me sentí muy festejada que digamos. Para empezar, acá ya no era el día de la madre, Alberto no estaba en Budapest (y en Italia no es que se celebra con tanto entusiasmo –o por lo menos él y su familia no lo celebran con tanto entusiasmo-)  y yo, para colmo, no tengo ni bebe ni panza que de fe de mi embarazo.

Pero más allá del hecho de haber hecho público o no el embarazo, de que Alberto haya o no haya estado conmigo y aunque en Lima mi familia me recordó y festejó como si estuviera ahí y mis amigos me mandaron muchísimos saludos (porque además, fue el 13 de mayo el día que elegí para hacer totalmente público, léase “facebook”, público mi dulce espera), la razón por la que no me sentí celebrada o por la que no celebré el día con mis amigos acá (aunque si me compré un auto regalo del día de la madre, ya saben, cualquier pretexto es bueno) es porque todavía no me siento muy identificada con la fecha y no me siento identificada con la fecha porque aún no asumo mi condición de madre.


Mi primera tarjeta del Día de la Madre


A pesar de ser 100% consciente de que cada segundo que pasa y mientras escribo este post estoy creando una nueva vida y que ya eso me hace madre (¡qué lindo suena!), la verdad es que todavía no me siento muy madre que digamos. Y no me siento madre, entre otras cosas, porque todavía no hay evidencia física de todo lo que está pasando en mi interior. Y aún con evidencia física, es una fecha que nunca ha sido mía, siempre ha sido para mi mamá y mis abuelas y seguro me va a costar sentirla como propia. Probablemente, si tuviera más meses de embarazo, si ya tuviera panza (de embarazo no de la otra) y estuviera vestida con cosas de maternidad, me hubiera sentido un poco distinta…o tal vez no. Quizás estar en Lima con mi familia (bien entusiasta ella con este tipo –y todo tipo- de celebraciones) hubiera ayudado pero creo que aún estando ahí me hubiera sentido medio desubicada en el agasajo. Y lo creo porque se de amigas mías embarazadas que estando en Lima con sus familias se sintieron muy raras y un poco ajenas a tanto brindis en su nombre. Y es que como me decía una amiga, una está acostumbrada a tener cumpleaños y nada más, nunca hemos tenido otra celebración (dejando de lado el típico saludo por el día del abogado o el día del maestro, pero esos no cuentan)… y como a todo, hay que acostumbrarse.

Lo que si, espero con ansias el próximo día de la madre. Y si estoy en Budapest lo celebraré los tres días y si estoy en Lima lo festejaré sólo en el día peruano pero estando con toda mi familia, la celebración valdrá por tres.

¡Ya mueve sus patitas!


El viernes pasado tuvimos nuestra segunda cita médica. “Tuvimos” en este caso,  incluye a mi hijit@ y a mí. Lamentablemente, por motivos de trabajo,  Alberto no pudo ir con nosotros. Por más que tratamos de adelantar o atrasar la cita para que él pudiera estar, el doctor insistió en que fuéramos en la fecha original. Para ser sincera, dejando de lado el hecho de que quiero que Alberto viva conmigo de la manera más cercana posible, cada uno de los eventos del embarazo (digo, ya que no va a cargar la panza –aunque él también están engordado y dicen que es muy normal en los futuros padres- y no va a sentir las patadas, por lo menos que vea todas las ecografías, ¿no?), no es que necesite que vaya conmigo como apoyo moral. Yo siempre he sido muy  independiente, he hecho todo sola y he ido a todas mis citas médicas también sola. La razón principal por la que queríamos ir juntos (además de la ya mencionada de compartir lo más posible el embarazo) era por si algo no estaba bien.

Como conté en el post sobre nuestras primera cita, la primera vez que tuvimos un chequeo el bebe aún no estaba en el saco amniótico y aunque esto es muy normal en la etapa del embarazo en la que estaba, igual siempre está el riesgo de que el saco no se llene nunca y el embarazo termine en pérdida. A diferencia de otras mujeres, a mi el saber estas cosas (las cosas que pueden ir mal) me hace bien, la información me tranquiliza. Soy de las que prefiere saber todo y de las que –felizmente- no se queda con lo malo sino con lo bueno. Esto no significa que no ignore los riesgos y posibilidades, pero digamos que no me mortifican. Por eso queríamos ir juntos, porque si las cosas no iban bien, hubiera sido un poco triste estar sola. Al final, a pesar de que más de una amiga se ofreció para ir conmigo, decidí, como siempre, ir sola (empujada un poco por la enfermera de la clínica y por mi instinto que me decían que todo estaba bien).

La verdad es que estaba tranquila, digamos que 95% tranquila. Contra todos los pronósticos, las cuatro semanas de espera entre una cita y otra no se me hicieron eternas. Tampoco fue como la primera cita que casi no dormí. Esta vez estaba confiada de que todo estaba bien (aunque los síntomas de embarazo pueden continuar luego de una pérdida los míos eran cada vez más fuertes y eso me daba calma) pero mentiría si les digo que no había un 5% de mi que estaba preparado (si es que se puede estar preparado) para que algo saliera mal.

Lo que si no ayudó mucho a mi paz y tranquilidad fue que una vez que entré al consultorio del Dr. Kosztin, muy considerado él, trató de evitarme la molestia de una ecografía transvaginal y quiso ver al bebe desde la panza (aunque yo misma le dije que creía que estaba muy chiquito). Tal y como lo predije, no se veía nada. Por un minuto (que fue lo que duró su intento de buscar al bebe) pensé que no lo encontraba porque no estaba. Ahí sí me preocupé un poquito, felizmente no tuve mucho tiempo para asustarme porque entre que me puse la bata a paso veloz y se reinició la ecografía no pasó ni un minuto.  Y fue ahí cuando apareció, bien lindo él (o ella), en todo su esplendor, moviendo sus bracitos y sus patitas. Bien cabezón mi frejolito, con su corazón latiendo fuerte y claro.



Las que son madres y han pasado por esto saben que es difícil explicar con palabras lo que se siente. Definitivamente  “emoción” sería una de las palabras más cercanas. Para mí fue también una mezcla entre alegría y alivio, no sé en qué proporción cada una y, aunque yo no soy TAN llorona, no pude contener las lágrimas, primero cuando recién lo vi, y luego cuándo escuché el corazón. Aunque había estado tranquila antes de la cita, ahí me di cuenta que ahora si, en verdad, estaba tranquila.

Ya han pasado varios días desde la visita médica y aún no sé si ya puedo decir que quiero a mi hijit@ pero definitivamente si puedo decir que algo cambió. Algo importante pasó. Desde ese día ya me lo imagino, ya lo puedo ver como un bebe fuera del vientre, todavía sin cara, pero si con un enterizo blanco con bordes celeste (porque sigo sintiendo que es hombrecito), ya me puedo ver cargándolo, no de recién nacido pero si de un par de meses, o me lo puedo imaginar en su coche, paseando. Eso no me había pasado antes del viernes.  Ahora me sale con más facilidad hablar de él/ella, referirme a mi hijit@ o a mi frejolito; el haber visto que está ahí, que ahora si está ahí de verdad, lo ha hecho mucho más real (aunque debo confesar que desde la semana anterior ya había empezado a emocionarme viendo decoración para cuartos, baby showers y cochecitos…gracias mi mamá que me contagia su emoción) y me ha hecho sentir más feliz.

Alberto por su parte, aunque no estuvo presente en cuerpo, estuvo más que presente en espíritu (y en teléfono). Él estaba en Italia más nervioso que yo, tuvo que tomar valeriana antes de ir a trabajar y mandaba mensajes y/o llamaba cada 5 minutos desde la hora de mi cita hasta la hora en la que finalmente entré y obviamente cuando salí (nótese que en plena consulta le mandé un sms diciéndole que todo estaba bien). Obviamente fue el primero en ver la foto de la ecografía (aunque no el primero de ver el video por falta de internet mientras viajaba dentro de Italia), seguido de mi hermano que estaba despierto en México y esperando que salga del consultorio.

Por si alguno se está preguntando cuántas semanas de embarazo tengo (ahora que ya pudieron medir al bebe que, por cierto, mide 2.84cm), pues resulta que tengo las semanas que yo siempre dije que tenía (o mejor dicho, que mi aplicación de Ipod decía que tenía), es decir, al día de hoy, 10 semanas y 3 días (tomando como referencia el día de la concepción).

Como se imaginarán, todavía no sabemos si es niño o niña, aun es muy pronto y la verdad es que una vez que lo vi moviéndose ni siquiera se me ocurrió preguntar si se podía ver algo. No se si porque sabía que aún es muy pronto para ver algo o si porque en verdad, como dicen todos, al final no importa y en verdad uno sólo quiere que esté sano.

Luego de esta cita, y viendo que todo estaba bien, Alberto y yo decidimos hacer público el embarazo. Antes de hacerlo público, y para no interrumpir a Alberto mientras estaba trabajando en el curso en el que está, le mandé un mail preguntándole si ahora que todo estaba bien podíamos decirle a todos o si prefería esperar a la semana 12 que oficialmente acaban los riesgos. Medio minuto después me llamó, ligeramente asustado, preguntándome que por qué teníamos que esperar si él ya le había dicho a medio curso incluyendo a un montón de desconocidos. ¿Después quién era el que no quería decirle NADA a NADIE, no?

Una vez más quiero agradecer a todos nuestros familiares, amigos y conocidos que se emocionan tanto por nosotros cuando les contamos la noticia. Gracias por las cosas tan lindas que nos dicen y por alegrarse tan sincera y genuinamente. Quiero en especial mencionar una de las palabras más bonitas y reconfortantes que me han dicho en estos días: “Que niño más feliz será con una mami como tú.” Gracias Erickson, aunque no soy TAN llorona, me hiciste llorar.

jueves, 10 de mayo de 2012

So far, TOO good…


Como dije en el post anterior, todavía no me siento conectada con mi hijit@. Eso no quiere decir que no esté felicísima, emocionadísima, ilusionadísima y demás “isímas” –como diría mi prima Deb- con el embarazo y con la llegada de nuestro bebe ni que no esté disfrutando de cada minuto (bueno, no de todos los minutos pero si del 95%) de este “estado de privilegios”.

Y es que hay tantas cosas que disfrutar, que saborear, que sentir, que la verdad no puedo más que agradecer la suerte de haber nacido mujer y de poder vivir y experimentar este proceso en carne propia.

Aunque algunos de los cambios físicos o síntomas no sean los más maravillosos o agradables del mundo, el solo hecho de verlos ocurrir ya es de por si increíble. Ver cómo va cambiando el cuerpo, como se va preparando para lo que viene, es simplemente alucinante. Ser testigo de la naturaleza en acción en carne propia es una experiencia maravillosa desde todos los puntos de vista.

Si bien físicamente el cambio más notorio no es la panza todavía (aunque creo que desde hace unos días ha empezado a hacer una tímida aparición, y digo creo porque a veces ya no la veo más así que no sé si es panza de embarazo o de estómago revuelto), el pecho si da muestras claras de que algo está pasando adentro mío. Y las muestras empezaron a los pocos días de enterarme que estaba encinta. No solo la talla ha cambiado (para alegría de Alberto) si no también la forma, el color, las venas…  es realmente sorprendente observar día a día e ir notando cambios. Y aunque  hasta el momento no siento que el embarazo me haya dado un resplandor especial o que me esté haciendo ver más bonita, Alberto dice que mis ojos brillan tanto que siempre parece que tengo lágrimas o que voy a llorar…

Emocionalmente, (felizmente) no siento que sea presa de las hormonas, no me ha dado por llorar sin motivos y no creo estar particularmente más sensible que antes (digamos que lloro con las mismas películas o series con las que lloraba antes) –y antes que digan que habría que preguntarle a Alberto, le he preguntado y dice que el chinche de la familia sigue siendo él-  pero si siento que el embarazo te da cierta perspectiva y, de alguna manera, te reorganiza las prioridades de manera inconsciente. No es que yo ande pensando todo el día que estoy embarazada y que ahora debo cambiar mi forma de pensar sino que de manera automática y por alguna extraña influencia de la naturaleza, te importan menos las cosas menos importantes…mejor dicho, ahora son más las cosas que son menos importantes…total, ¿qué puede ser más importante que cuidarte y tener un buen embarazo?

Por dar un ejemplo, ¿se acuerdan que dije que estudiaría life coaching? Pues el plan se frustró (al menos por el momento, o mejor dicho, al menos de la forma como estaba originalmente pensado) por razones ajenas a mí y, aunque en el primer momento me molestó mucho, la verdad es que ahora no me importa tanto. No desistiré en mi intento de estudiar y sigo buscando alternativas pero tampoco me quita el sueño el no hacerlo. Ya no es tan importante.

En cuanto a los síntomas, ya no puedo jactarme de no sentir nauseas, la semana 9 hizo su aparición con unas sensaciones de fastidio y acidez que no había sentido antes y que no me dejaban comer nada y hasta me tuvieron echada un buen rato. Para ser sincera, no eran tan graves tampoco pero malacostumbrada a no sentir nada (salvo la urgencia de ir al baño cada 10 minutos y un poco de sueño y languidez) si se me hicieron (y se me hacen) medio pesadas e incómodas. Eso si, cada vez que pienso en quejarme me acuerdo de tantas amigas o conocidas que se pasaron el primer trimestre pegadas al baño vomitando o hasta en el hospital por deshidratación y me quedo callada. Al final, un mal día mío es un día excelente en el embarazo de muchas mujeres.

Otra de las cosas que me llaman la atención en este proceso es el tema de la comida, los “antojos” y las preferencias alimentarias.  Mis gustos alimenticios  cambian casi dejando un día. Mi relación con el pollo ha mejorado (lo he comido a la plancha como complemento de alguna ensalada pero no se me ocurre cocinarlo o comerlo en guisos o platos con jugos…lo mismo con las carnes). También mi relación con los chocolates ha mejorado (aunque igual no los como como los comía antes) pero lamentablemente no puedo decir lo mismo de la torta de zanahoria. Hace unas semanas hice una torta de zanahoria que estaba buenísima (felizmente la probé el primer día que la hice) y que al día siguiente de hacerla tuve que esconderla en el horno porque no podía ni verla. Literalmente, no podía verla…y ni que se diga olerla. De sólo pensarlo me da guácala otra vez. Lo mismo ha pasado con la ensalada griega de la que tanto había hablado en post anteriores, fui, conseguí mi queso feta pasteurizado, la comí feliz varios días hasta que repentinamente no la quise comer más aún teniendo todos los ingredientes para hacerla (de hecho, tengo  un paquete de queso feta en la refrigeradora hace 1 semana –no se preocupen que no está vencido- y acabo de tener que botar un pepino porque se malogró). Lo de los antojos por su parte (exceptuando los que me dan cuando me siento medio mal que suelen ser carbohidratos salados como papas fritas, tortillas chips y galletas saladas que ayudan a quitar las nauseas) los siento como si fueran llamados de mi propio cuerpo que me va diciendo las cosas que necesito y que me hacen bien, se me ha dado por tomar mucha leche, se me antojan huevos, pistachos, palta, verduras y frutas y, en general,  cosas que luego, leyendo, me entero que son importantísimos en una buena alimentación durante el embarazo. Y lo mismo ocurre al contrario, ya no se me antoja para nada un café, por muy café latte o café melange que sea.

Pero la parte que más me gusta hasta ahora de todo el embarazo, es la relación de pareja. Yo que estaba preocupada por cómo cambiaría, tengo que decir que ha cambiado para mejor (seguro no diré lo mismo cuando ya esté acá el bebe…o quién sabe). Es una de las etapas más lindas que como pareja estamos viviendo. Sinceramente creo que Alberto está más enamorado de mí que nunca. Me encanta verlo queriendo participar del proceso desde afuera (imagino que debe ser muy raro para los hombres ser espectadores de un proceso tan especial) de todas las formas posibles. Desde cuidándome y protegiéndome lo más posible (si por él fuera me tendría metida en la casa descansando todo el día), comprándome lo que me den ganas de comer cuando no me siento bien, ofreciéndose a echarme  la crema anti estrías en la panza, abrazándome y diciéndome que me ama cuando está dormido (luego no se acuerda que lo dijo, aunque también lo dice cuando está despierto...y ahí si se acuerda)…  En verdad, es lindísimo conocer a tu pareja en esta etapa… y lo más lindo es que aunque sabe que soy la futura madre de su hijo (y seguro me quiere más por eso), él siempre quiere verme como su esposa, y quererme sólo por eso.

En general, en mi experiencia (lamentablemente muchas mujeres, por distintas razones, no tienen la suerte que tengo yo) estar embarazada, con todas las partes difíciles que puede tener (y que, gracias al cielo, yo no estoy viviendo mucho) es o puede ser un proceso lindísimo, 100% recomendable, que te hace sentir especial, que te hace sentir querida e importante (¡y eso que estoy lejos de mi familia, imagínense si estuviera con mis papás y mi hermano, ahí si que me malcrío!)…que te hace sentir muy feliz.

domingo, 6 de mayo de 2012

¿No tan emocionada?


Hace unos días, una de mis queridas amiga de Lima me dijo que no me sentía tan emocionada cuando hablaba del embarazo (en realidad ni siquiera estábamos hablando, estábamos chateando). Justo me lo dijo días después que leyera, en un status de facebook, uno de estos mensajes en serie que la gente a veces pone (admito que alguna vez he puesto yo alguno también) para expresar su amor o admiración a algún ser querido, ya sea madre, padre, hermanos, etc. En este caso el mensaje iba dirigido a los hijos y comenzaba con algo así como “Te amé desde el día que vi el resultado positivo del test de embarazo…”. Recuerdo claramente que cuando leí este mensaje pensé “o yo soy una pésima madre o esta persona está un poco loca (o, en todo caso, es un poco exagerada)”.

Me imagino que hay mil y una maneras de vivir la maternidad y que cada mujer tiene una experiencia distinta, una historia diferente que contar y una forma particular de ver la vida y el embarazo. Personalmente, estoy disfrutando esta etapa a mi manera y por mil cosas –que mencionaré más adelante, en otro post- pero mentiría si les digo que en este momento, teniendo exactamente 9 semanas de embarazo (9 según mi cálculo, ya sabemos que resulta que hay más de una forma de contar y que recién sabremos las semanas exactas una vez que tenga la segunda ecografía), amo a mi hij@ con todo mi corazón o siento una conexión especial con él/ella. Pues no, me encantaría decir que sí, me encantaría sentir ese amor incomparable que todas las madres que conozco sienten por sus hijos pero la verdad es que no es así….todavía.

Luego de pensar en todo esto le pregunté a varias amigas que son madres cuál fue su experiencia y la verdad es que al final, todas habían tenido más o menos una experiencia parecida a la mía, me decían que para ellas fue igual que como está siendo para mí. Para algunas la conexión empezó al escuchar los latidos del corazón del bebe, para otras con un susto o amenaza de pérdida durante el embarazo que les hizo notar que se morían si le pasaba algo a su hijo, otras necesitaron que las patearan desde adentro y algunas también se enamoraron recién el día del parto, o incluso después de eso, cuando empezaron a conocer a su retoño.

Estando a una semana de mi próxima cita médica espero, con toda sinceridad, que el escuchar los latidos del corazón de mi hij@ me haga quererlo desde ya, espero no tener que esperar a sentirlo dentro o a verlo por primera vez para sentirme mamá de verdad, para sentir que no puedo vivir sin él….pero si no pasa ahora (mejor dicho, el próximo viernes), pasará cuando tenga que pasar y, desde el momento que pase, l@ amaré con todo mi corazón y para siempre. De eso si estoy más que segura.

Por otro lado, creo que de alguna manera aunque la conexión no se sienta o tarde en sentirse, todas (o casi todas) las mujeres embarazadas, de una manera u otra queremos a nuestros hijos sin que lo sintamos tan claramente… Lo demostramos todos los días que nos cuidamos comiendo bien, tomando nuestra vitaminas, yendo a nuestras citas médicas, haciendo ejercicios moderados, privándonos de cosas que nos gustan, en general, tratando de hacer un embarazo saludable para que el bebe crezca sano y fuerte en nuestra panza. ¿Qué mayor muestra de amor que esa? Yo, por lo menos en este sentido, si quiero mucho a mi hij@.