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martes, 24 de julio de 2012

Poniéndome al día (Parte 1)

Muchas cosas han pasado desde la última vez que escribí, incluyendo muchas sensaciones nuevas, preocupaciones, alegrías. La idea hubiera sido hacer un post para cada uno de estos eventos pero entre visitas, preparativos para viajes, viajes, baby shower, jetlag, colapso de lap top, más preparativos para viajes, entre otros, ha sido imposible sentarme a escribir como hubiera querido.

Aunque trataré de ir en orden cronológico (o al menos en algún tipo de orden lógico), hay un suceso que merece ser destacado sin importar el momento en que sucedió: ¡¡¡Es una niña!!!! ¡¡¡Y se llamará Giulia, Giulia Monguzzi Ferradas!!! (¡Qué emocionante! Es la primera vez que digo, escribo y/o leo su nombre completo!)

La noticia del sexo de Giulia vino un poco de sorpresa…aunque en realidad un poco menos de sorpresa de lo que pudo haber sido de no haber tenido una ecografía en la semana 16. Pero vamos por partes y cucharadas.

Creo que en algún momento, en algún post, les había comentado que yo creía que Giulia era en verdad Adriano (así se hubiera llamado de haber sido niño), desde el principio me refería a ella como si fuera él, mi supuesto instinto se sentía aún más seguro porque todo el mundo me decía que era hombre (desde mi abuela que la soñó hombre, pasando por el calendario chino, hasta las amigas y tías/os que tenían cuchumil teorías sobre que si se ve como hombre en la ecografía –en la que yo con las justas le veía forma humana-, que si está muy formado y los niños se forman más rápido, que si se mueve mucho es hombre y así), incluyendo mi doctor que en la ecografía de la semana 12 donde los médicos pueden -con cierto grado de certeza- determinar el sexo del bebe (digo cierto grado porque a esas alturas del embarazo los genitales femeninos y masculinos se parecen mucho) me dijo que le parecía un niño.

La cosa es que saber que no era Adriano sino Giulia me dejó un poco sin piso. Como si de arranque me dijeran (aunque quizás debería decir “recordaran” porque yo siempre he sabido que mi supuesto sexto sentido femenino nunca ha sido muy preciso que digamos) que mi instinto maternal –que seguro deriva del instinto femenino- no está aún calibrado (o de plano no existe). En mi defensa (o de mi instinto/sexto sentido) debo decir que durante todo este tiempo siempre me pregunté (y tengo testigos) si mi idea de que era hombre era realmente por instinto maternal o simplemente por un tema lingüístico (viviendo en un país en el que no sólo no hablan mi lengua madre sino que además hablan húngaro –lengua dificilísima de aprender- comprenderán que paso mis días hablando inglés y como “bebé” en español es masculino, siempre tenía en la cabeza decir “he” en vez de “it” que hubiera sido lo correcto y “he” terminó pasando al español como “él” y así Giulia se convirtió en mi cerebro en Adriano).

Debo ser sincera y decir que he tenido que procesar que Giulia es Giulia (no te resientas hijita). El proceso me ha tomado unos días pero el impase ya ha sido superado con éxito. Como todo, el asuntó pasó por un tema de expectativas, en mi cerebro era un niño…y no sólo eso, de chica yo siempre pensaba que hubiera sido lindo tener un hermano mayor (con la idea de que me cuide…aunque luego descubrí que no importa quién sea mayor, ni qué tanta diferencia de edad haya, un hermano siempre te cuida) y por eso siempre dije que me gustaría tener un niño primero y una niña después. Junto con eso estaba también el punto de pensar (y sigo pensando) que, de alguna manera, los niños son más fáciles que las niñas (pero más aburridos para vestir, ¡eso si!) y que como madre primeriza mejor agarraba práctica con un niño antes de tener un niña. Pero bueno, el shock no fue nada grave, nada que unas cuantas vueltas por tiendas de ropa de niña no pudieran resolver (compras incluidas claro está).

Ahora vuelvo a la ya mencionada ecografía de la semana 16 que hizo que la sorpresa (y, por lo tanto el shock) de saber que Giulia era Giulia fuera menor de lo que hubiera podido ser. Antes de viajar a Lima, o sea el 25 de Junio, Giulia y yo teníamos una cita con el médico, ecografía incluida (como todas las citas con el médico que tengo), y yo tenía la esperanza de que pudiéramos saber qué era el bebe. A pesar de los consejos de mi madre, yo muy segura de que mi hija es una deportista natural y de que estaría haciendo su rutina matutina de ejercicios como la última vez, no comí chocolate antes de la cita para promover que se moviera por el exceso de azúcar. ¿Qué fue lo que pasó? Pues justamente que no se movió. ¡NADA! Conclusión, además de atravesar por unos segundos de pánico -hasta que el doctor me hizo escuchar sus latidos- porque ya me había hecho a la idea de verla saltar como loca (otra vez, yo y mis expectativas), no pude saber en ese momento si era niño o niña (y la premura radicaba en que todo el mundo en Lima quería saber antes de ir al baby shower y, claro, en que yo ya no me aguantaba las ganas tampoco). No sólo eso, sino que cuando le pregunté al doctor si él podía ver algo, me dijo que no y me preguntó si quería saber qué creía. Yo bien contenta le dije “claro, un niño, no?” y me dijo que no, que, él creía que podía ser una niña porque de perfil no lograba verle los testículos: ¡PLOP! Primer momento de trauma/shock (que al menos sirvió para ir haciéndome a la idea).

Por otro lado, para completar mis traumas del día (traumas total y completamente irracionales, lo sé) Giulia estaba como parece es su costumbre, parada y no echada y, para colmo, ya no era tamaño extra large como había sido hasta la ecografía anterior, ahora era promedio (o hasta mas chica del promedio). ¿Cómo se que era más chica del promedio? Porque obviamente mi súper libro y mi aplicación del Ipod lo decían. Cabe precisar que el doctor estaba felicísimo con la bebe y me había dicho que estaba todo perfecto, de tamaño normal, etc…. pero a mí sólo me importaba que no medía 11cm como debía sino 10.67cm.

Salí de la consulta y llamé a Alberto que estaba en el aeropuerto de Milán a punto de tomar su vuelo para regresar a Budapest. Como él me conoce muy bien, inmediatamente sacó que tenía algo y, claro, lo asusté…porque quién se va a imaginar que alguien con dos dedos de frente va a estar nerviosa porque no vió el sexo de su bebe, porque el bebe está parado y no echado y/o porque resulta que tiene 0.23cm menos de lo que debería de tener. NADIE.

Felizmente salí de mi cita a encontrarme con dos amigas que me distrajeron un buen rato (¡gracias Magaly y Katty!) pero ni bien llegué a la casa, por alguna extraña razón, me puse a llorar. En ese momento, el hecho que Giulia no se hubiera movido como antes y que estuviera parada me ponía muy ansiosa, no sé por qué, como si me diera la impresión de que no descansa y está incómoda (¿?). Yo sabía perfectamente que era normal y no quería preguntarle al médico porque no me gusta hacer preguntas estúpidas, y más que estúpidas -porque no hay pregunta estúpida-, no me gusta hacer preguntas de las que yo misma se la respuesta: el bebe tiene mucho espacio en el saco y se mueve y da volantines todo el día y ha sido pura coincidencia que esté parado así, seguro en otros momentos del día está echado (finalmente, cuando Alberto llegó y me puse a llorar otra vez, no me aguanté y le escribí a la enfermera y me dio justamente esa explicación).

Por otro lado, el que ya no fuera el bebe más grande del universo también me ponía nerviosa. ¿Por qué ya no es tan grande? ¿Será que no la estoy alimentando bien? Una vez más, mi preocupación era completamente irracional. Primero que los fetos no crecen al mismo ritmo todas las semanas (lo más probable era que si le hacíamos una siguiente ecografía una o más semanas después otra vez sería más larga del promedio, cosa que además ocurrió) y segundo que ¿quién dice que los bebes más saludables son los más grandes? Alberto, que mide dos metros, nació pesando menos de 3 kilos y midiendo menos de 50cm. No hay relación necesariamente entre el tamaño/peso del nacimiento (o, el de la panza) con el tamaño que el bebe vaya a tener cuando nazca y crezca. Pero uno tiene esa idea en la cabeza de que mientras más grande, más saludable y fuerte, y yo la aplicaba también al pobre bebe en mi panza. En ese momento, aunque si era 100% consciente de la irracionalidad de mis traumas, seguía igualmente traumada…y me sabía todas las explicaciones que contrarrestaban mis preocupaciones, no era que me las había olvidado, las sabía una a una pero igual lloraba. Lloraba porque siendo yo la que tiene a Giulia adentro, es difícil no sentirse responsable por cualquier cosa que le pase o le deje de pasar (en este caso crecer) y, porque estando tan pendiente de lo que como y de no engordar más de lo justo y necesario, me sentí culpable de estar “matando de hambre” a mi hija (cosa también poco probable porque normalmente los bebes se alimentan de la madre y le quitan todo a ella, así que si me estaba faltando comida es más probable que sea yo la que se esté descalcificando y debilitando –cosa que no ha pasado por si acaso-  a que sea Giulia la que no se esté alimentando).

Sobre esto quiero mencionar el hecho que Alberto, a diferencia mía, no tiene expectativas nunca cuando tenemos una cita, sobre nada, no las tenía sobre el sexo del bebe ni las tiene jamás sobre sus medidas porque no lee como leo yo (y eso que leo bastante menos de lo que hubiera pronosticado) y, por lo tanto, él en ningún momento sufrió ningún shock…él siempre se alegra, le basta con saber que Giulia y yo estamos bien (y por lo general siempre pregunta primero si yo estoy bien…al menos por ahora) para estar contento y tranquilo.



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