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lunes, 28 de mayo de 2012

Su primera ropita


Hace dos sábados Alberto llegó de Italia después de un viaje de un par de semanas. Dentro de su equipaje traía un regalo que nos mandaba una amiga suya a quien no tengo el gusto de conocer. Él, muy considerado, tuvo la gentileza de no abrir el regalo hasta que estuviéramos los dos juntos (lo menciono porque la verdad no se si yo hubiera sido tan gentil, es más, probablemente no). El regalo, además de ser la primera ropita que nos han regalado (a excepción del babero que compró mi hermano), es el primer regalo que tengo en mis manos (una querida amiga me regaló una de esas telas para colgarme al bebe en el cuerpo pero no lo cuento porque es más para mí que para el bebe).

Dejando de lado que la ropita es linda, súper clásica y unisex y que las sandalias son preciosas, lo memorable del evento no fue la ropita en sí si no la reacción que ocasionó en mi. Como ya he dicho varias veces, hasta el momento puedo casi jactarme de estar bastante bajo control en lo que respecta a las hormonas, en el sentido de no tener cambios de humor marcados, de ponerme a llorar por cualquier cosa o de estar pesada (al menos no más que de costumbre). Pero hay algunos eventos, como el de la ropita, que me hacen recordar que de alguna manera no soy la misma de antes y que si, a veces reacciono de maneras inesperadas e irracionales.

Cuando abrí la bolsita donde venía el regalo y saqué primero las sandalias de nuestro hijit@ empecé inmediatamente a llorar, y ni que se diga cuando saqué el conjuntito verde con su camiseta blanca. Pero no es que se me salieron las lágrimas, no, lloraba a sollozos, y la verdad no entendía bien por qué pero el asunto es que no podía parar. Mientras tanto, Alberto se reía y yo me molestaba porque él se reía mientras seguía llorando. Él me abrazaba y me explicaba que no se estaba burlando de mí sino que le parecía tierno que llorara así y me preguntaba por qué era que lloraba.

Su primera ropita

Me la pasé llorando como 10 minutos mientras doblaba la ropita y la guardaba, luego la volvía a mirar y así hasta que finalmente se me pasó. Creo que lo que me hizo llorar no fue el detalle del regalo (como les dije ni siquiera es que me emocionara por la remitente porque no conozco a esta chica), ni la ropita en sí misma (creo que cualquier cosa para el bebe hubiera tenido el mismo efecto), creo que fue el hecho de por primera vez tener en mis manos algo que mi hijit@ se va a poner. Es como que en ese instante me quedó claro –una vez más- que en 6 meses estará con nosotros una personita que 6 meses después (porque la ropita es talla 6 meses) se vestiría con ese conjunto y se verá precios@. Cada día (o quizás no cada día pero cada tanto) hay pequeños eventos que te recuerdan la realidad del asunto, que te hacen ver una vez más que, aunque hasta el momento no hayan mayores señales externas (pero si una ilusión que crece día a día –junto con la panza-), dentro de muy poco tiempo no seremos más dos, seremos tres y uno de los tres dependerá 100% de nosotros y será lo máximo. Aunque no quiero que se pase rápido el embarazo porque quiero disfrutar cada minuto, a veces siento que no puedo esperar más a conocer a nuestro hijit@ (por lo pronto no puedo esperar más a que sea miércoles y poder verl@ otra vez).


Es tan emocionante saber que dentro de nada todo va a cambiar… y que va cambiar para mejor.

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