Hace dos sábados
Alberto llegó de Italia después de un viaje de un par de semanas. Dentro de su
equipaje traía un regalo que nos mandaba una amiga suya a quien no tengo el
gusto de conocer. Él, muy considerado, tuvo la gentileza de no abrir el regalo
hasta que estuviéramos los dos juntos (lo menciono porque la verdad no se si yo
hubiera sido tan gentil, es más, probablemente no). El regalo, además de ser la
primera ropita que nos han regalado (a excepción del babero que compró mi
hermano), es el primer regalo que tengo en mis manos (una querida amiga me
regaló una de esas telas para colgarme al bebe en el cuerpo pero no lo cuento
porque es más para mí que para el bebe).
Dejando de lado que la ropita es linda, súper clásica y unisex y que las
sandalias son preciosas, lo memorable del evento no fue la ropita en sí si no
la reacción que ocasionó en mi. Como ya he dicho varias veces, hasta el momento
puedo casi jactarme de estar bastante bajo control en lo que respecta a las
hormonas, en el sentido de no tener cambios de humor marcados, de ponerme a
llorar por cualquier cosa o de estar pesada (al menos no más que de costumbre).
Pero hay algunos eventos, como el de la ropita, que me hacen recordar que de
alguna manera no soy la misma de antes y que si, a veces reacciono de maneras
inesperadas e irracionales.
Cuando abrí la
bolsita donde venía el regalo y saqué primero las sandalias de nuestro hijit@
empecé inmediatamente a llorar, y ni que se diga cuando saqué el conjuntito
verde con su camiseta blanca. Pero no es que se me salieron las lágrimas, no,
lloraba a sollozos, y la verdad no entendía bien por qué pero el asunto es que
no podía parar. Mientras tanto, Alberto se reía y yo me molestaba porque él se
reía mientras seguía llorando. Él me abrazaba y me explicaba que no se estaba
burlando de mí sino que le parecía tierno que llorara así y me preguntaba por
qué era que lloraba.
Su primera ropita
Me la pasé llorando como 10 minutos mientras
doblaba la ropita y la guardaba, luego la volvía a mirar y así hasta que
finalmente se me pasó. Creo que lo que me hizo llorar no fue el detalle del
regalo (como les dije ni siquiera es que me emocionara por la remitente porque
no conozco a esta chica), ni la ropita en sí misma (creo que cualquier cosa
para el bebe hubiera tenido el mismo efecto), creo que fue el hecho de por
primera vez tener en mis manos algo que mi hijit@ se va a poner. Es como que en
ese instante me quedó claro –una vez más- que en 6 meses estará con nosotros
una personita que 6 meses después (porque la ropita es talla 6 meses) se
vestiría con ese conjunto y se verá precios@. Cada día (o quizás no cada día
pero cada tanto) hay pequeños eventos que te recuerdan la realidad del asunto,
que te hacen ver una vez más que, aunque hasta el momento no hayan mayores
señales externas (pero si una ilusión que crece día a día –junto con la panza-),
dentro de muy poco tiempo no seremos más dos, seremos tres y uno de los tres
dependerá 100% de nosotros y será lo máximo. Aunque no quiero que se pase
rápido el embarazo porque quiero disfrutar cada minuto, a veces siento que no
puedo esperar más a conocer a nuestro hijit@ (por lo pronto no puedo esperar
más a que sea miércoles y poder verl@ otra vez).
Es tan emocionante saber que dentro de nada todo va a cambiar… y que va cambiar para mejor.
Es tan emocionante saber que dentro de nada todo va a cambiar… y que va cambiar para mejor.
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