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miércoles, 16 de mayo de 2012

¡Ya mueve sus patitas!


El viernes pasado tuvimos nuestra segunda cita médica. “Tuvimos” en este caso,  incluye a mi hijit@ y a mí. Lamentablemente, por motivos de trabajo,  Alberto no pudo ir con nosotros. Por más que tratamos de adelantar o atrasar la cita para que él pudiera estar, el doctor insistió en que fuéramos en la fecha original. Para ser sincera, dejando de lado el hecho de que quiero que Alberto viva conmigo de la manera más cercana posible, cada uno de los eventos del embarazo (digo, ya que no va a cargar la panza –aunque él también están engordado y dicen que es muy normal en los futuros padres- y no va a sentir las patadas, por lo menos que vea todas las ecografías, ¿no?), no es que necesite que vaya conmigo como apoyo moral. Yo siempre he sido muy  independiente, he hecho todo sola y he ido a todas mis citas médicas también sola. La razón principal por la que queríamos ir juntos (además de la ya mencionada de compartir lo más posible el embarazo) era por si algo no estaba bien.

Como conté en el post sobre nuestras primera cita, la primera vez que tuvimos un chequeo el bebe aún no estaba en el saco amniótico y aunque esto es muy normal en la etapa del embarazo en la que estaba, igual siempre está el riesgo de que el saco no se llene nunca y el embarazo termine en pérdida. A diferencia de otras mujeres, a mi el saber estas cosas (las cosas que pueden ir mal) me hace bien, la información me tranquiliza. Soy de las que prefiere saber todo y de las que –felizmente- no se queda con lo malo sino con lo bueno. Esto no significa que no ignore los riesgos y posibilidades, pero digamos que no me mortifican. Por eso queríamos ir juntos, porque si las cosas no iban bien, hubiera sido un poco triste estar sola. Al final, a pesar de que más de una amiga se ofreció para ir conmigo, decidí, como siempre, ir sola (empujada un poco por la enfermera de la clínica y por mi instinto que me decían que todo estaba bien).

La verdad es que estaba tranquila, digamos que 95% tranquila. Contra todos los pronósticos, las cuatro semanas de espera entre una cita y otra no se me hicieron eternas. Tampoco fue como la primera cita que casi no dormí. Esta vez estaba confiada de que todo estaba bien (aunque los síntomas de embarazo pueden continuar luego de una pérdida los míos eran cada vez más fuertes y eso me daba calma) pero mentiría si les digo que no había un 5% de mi que estaba preparado (si es que se puede estar preparado) para que algo saliera mal.

Lo que si no ayudó mucho a mi paz y tranquilidad fue que una vez que entré al consultorio del Dr. Kosztin, muy considerado él, trató de evitarme la molestia de una ecografía transvaginal y quiso ver al bebe desde la panza (aunque yo misma le dije que creía que estaba muy chiquito). Tal y como lo predije, no se veía nada. Por un minuto (que fue lo que duró su intento de buscar al bebe) pensé que no lo encontraba porque no estaba. Ahí sí me preocupé un poquito, felizmente no tuve mucho tiempo para asustarme porque entre que me puse la bata a paso veloz y se reinició la ecografía no pasó ni un minuto.  Y fue ahí cuando apareció, bien lindo él (o ella), en todo su esplendor, moviendo sus bracitos y sus patitas. Bien cabezón mi frejolito, con su corazón latiendo fuerte y claro.



Las que son madres y han pasado por esto saben que es difícil explicar con palabras lo que se siente. Definitivamente  “emoción” sería una de las palabras más cercanas. Para mí fue también una mezcla entre alegría y alivio, no sé en qué proporción cada una y, aunque yo no soy TAN llorona, no pude contener las lágrimas, primero cuando recién lo vi, y luego cuándo escuché el corazón. Aunque había estado tranquila antes de la cita, ahí me di cuenta que ahora si, en verdad, estaba tranquila.

Ya han pasado varios días desde la visita médica y aún no sé si ya puedo decir que quiero a mi hijit@ pero definitivamente si puedo decir que algo cambió. Algo importante pasó. Desde ese día ya me lo imagino, ya lo puedo ver como un bebe fuera del vientre, todavía sin cara, pero si con un enterizo blanco con bordes celeste (porque sigo sintiendo que es hombrecito), ya me puedo ver cargándolo, no de recién nacido pero si de un par de meses, o me lo puedo imaginar en su coche, paseando. Eso no me había pasado antes del viernes.  Ahora me sale con más facilidad hablar de él/ella, referirme a mi hijit@ o a mi frejolito; el haber visto que está ahí, que ahora si está ahí de verdad, lo ha hecho mucho más real (aunque debo confesar que desde la semana anterior ya había empezado a emocionarme viendo decoración para cuartos, baby showers y cochecitos…gracias mi mamá que me contagia su emoción) y me ha hecho sentir más feliz.

Alberto por su parte, aunque no estuvo presente en cuerpo, estuvo más que presente en espíritu (y en teléfono). Él estaba en Italia más nervioso que yo, tuvo que tomar valeriana antes de ir a trabajar y mandaba mensajes y/o llamaba cada 5 minutos desde la hora de mi cita hasta la hora en la que finalmente entré y obviamente cuando salí (nótese que en plena consulta le mandé un sms diciéndole que todo estaba bien). Obviamente fue el primero en ver la foto de la ecografía (aunque no el primero de ver el video por falta de internet mientras viajaba dentro de Italia), seguido de mi hermano que estaba despierto en México y esperando que salga del consultorio.

Por si alguno se está preguntando cuántas semanas de embarazo tengo (ahora que ya pudieron medir al bebe que, por cierto, mide 2.84cm), pues resulta que tengo las semanas que yo siempre dije que tenía (o mejor dicho, que mi aplicación de Ipod decía que tenía), es decir, al día de hoy, 10 semanas y 3 días (tomando como referencia el día de la concepción).

Como se imaginarán, todavía no sabemos si es niño o niña, aun es muy pronto y la verdad es que una vez que lo vi moviéndose ni siquiera se me ocurrió preguntar si se podía ver algo. No se si porque sabía que aún es muy pronto para ver algo o si porque en verdad, como dicen todos, al final no importa y en verdad uno sólo quiere que esté sano.

Luego de esta cita, y viendo que todo estaba bien, Alberto y yo decidimos hacer público el embarazo. Antes de hacerlo público, y para no interrumpir a Alberto mientras estaba trabajando en el curso en el que está, le mandé un mail preguntándole si ahora que todo estaba bien podíamos decirle a todos o si prefería esperar a la semana 12 que oficialmente acaban los riesgos. Medio minuto después me llamó, ligeramente asustado, preguntándome que por qué teníamos que esperar si él ya le había dicho a medio curso incluyendo a un montón de desconocidos. ¿Después quién era el que no quería decirle NADA a NADIE, no?

Una vez más quiero agradecer a todos nuestros familiares, amigos y conocidos que se emocionan tanto por nosotros cuando les contamos la noticia. Gracias por las cosas tan lindas que nos dicen y por alegrarse tan sincera y genuinamente. Quiero en especial mencionar una de las palabras más bonitas y reconfortantes que me han dicho en estos días: “Que niño más feliz será con una mami como tú.” Gracias Erickson, aunque no soy TAN llorona, me hiciste llorar.

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