Como dije en el post anterior, todavía no me
siento conectada con mi hijit@. Eso no quiere decir que no esté felicísima,
emocionadísima, ilusionadísima y demás “isímas” –como diría mi prima Deb- con
el embarazo y con la llegada de nuestro bebe ni que no esté disfrutando de cada
minuto (bueno, no de todos los minutos pero si del 95%) de este “estado de
privilegios”.
Y es que hay tantas cosas que disfrutar, que
saborear, que sentir, que la verdad no puedo más que agradecer la suerte de
haber nacido mujer y de poder vivir y experimentar este proceso en carne
propia.
Aunque algunos de los cambios físicos o
síntomas no sean los más maravillosos o agradables del mundo, el solo hecho de verlos
ocurrir ya es de por si increíble. Ver cómo va cambiando el cuerpo, como se va
preparando para lo que viene, es simplemente alucinante. Ser testigo de la
naturaleza en acción en carne propia es una experiencia maravillosa desde todos
los puntos de vista.
Si bien físicamente el cambio más notorio no es
la panza todavía (aunque creo que desde hace unos días ha empezado a hacer una
tímida aparición, y digo creo porque a veces ya no la veo más así que no sé si
es panza de embarazo o de estómago revuelto), el pecho si da muestras claras de
que algo está pasando adentro mío. Y las muestras empezaron a los pocos días de
enterarme que estaba encinta. No solo la talla ha cambiado (para alegría de
Alberto) si no también la forma, el color, las venas… es realmente sorprendente observar día a día e
ir notando cambios. Y aunque hasta el momento no siento que el embarazo me haya
dado un resplandor especial o que me esté haciendo ver más bonita, Alberto dice que
mis ojos brillan tanto que siempre parece que tengo lágrimas o que voy a llorar…
Emocionalmente, (felizmente) no siento que sea
presa de las hormonas, no me ha dado por llorar sin motivos y no creo estar
particularmente más sensible que antes (digamos que lloro con las mismas
películas o series con las que lloraba antes) –y antes que digan que habría que
preguntarle a Alberto, le he preguntado y dice que el chinche de la familia
sigue siendo él- pero si siento que el
embarazo te da cierta perspectiva y, de alguna manera, te reorganiza las
prioridades de manera inconsciente. No es que yo ande pensando todo el día que
estoy embarazada y que ahora debo cambiar mi forma de pensar sino que de manera
automática y por alguna extraña influencia de la naturaleza, te importan menos
las cosas menos importantes…mejor dicho, ahora son más las cosas que son menos
importantes…total, ¿qué puede ser más importante que cuidarte y tener un buen
embarazo?
Por dar un ejemplo, ¿se acuerdan que dije que estudiaría
life coaching? Pues el plan se
frustró (al menos por el momento, o mejor dicho, al menos de la forma como
estaba originalmente pensado) por razones ajenas a mí y, aunque en el primer
momento me molestó mucho, la verdad es que ahora no me importa tanto. No
desistiré en mi intento de estudiar y sigo buscando alternativas pero tampoco
me quita el sueño el no hacerlo. Ya no es tan importante.
En cuanto a los síntomas, ya no puedo jactarme
de no sentir nauseas, la semana 9 hizo su aparición con unas sensaciones de
fastidio y acidez que no había sentido antes y que no me dejaban comer nada y hasta
me tuvieron echada un buen rato. Para ser sincera, no eran tan graves tampoco
pero malacostumbrada a no sentir nada (salvo la urgencia de ir al baño cada 10 minutos
y un poco de sueño y languidez) si se me hicieron (y se me hacen) medio pesadas
e incómodas. Eso si, cada vez que pienso en quejarme me acuerdo de tantas
amigas o conocidas que se pasaron el primer trimestre pegadas al baño vomitando
o hasta en el hospital por deshidratación y me quedo callada. Al final, un mal
día mío es un día excelente en el embarazo de muchas mujeres.
Otra de las cosas que me llaman la atención en
este proceso es el tema de la comida, los “antojos” y las
preferencias alimentarias. Mis gustos
alimenticios cambian casi dejando un día. Mi relación con el pollo ha mejorado
(lo he comido a la plancha como complemento de alguna ensalada pero no se me
ocurre cocinarlo o comerlo en guisos o platos con jugos…lo mismo con las
carnes). También mi relación con los chocolates ha mejorado (aunque igual no los como como los comía antes) pero lamentablemente no puedo decir lo mismo de la
torta de zanahoria. Hace unas semanas hice una torta de zanahoria que estaba
buenísima (felizmente la probé el primer día que la hice) y que al día
siguiente de hacerla tuve que esconderla en el horno porque no podía ni verla.
Literalmente, no podía verla…y ni que se diga olerla. De sólo pensarlo me da
guácala otra vez. Lo mismo ha pasado con
la ensalada griega de la que tanto había hablado en post anteriores, fui,
conseguí mi queso feta pasteurizado, la comí feliz varios días hasta que
repentinamente no la quise comer más aún teniendo todos los ingredientes para
hacerla (de hecho, tengo un paquete de
queso feta en la refrigeradora hace 1 semana –no se preocupen que no está
vencido- y acabo de tener que botar un pepino porque se malogró). Lo de los
antojos por su parte (exceptuando los que me dan cuando me siento medio mal que
suelen ser carbohidratos salados como papas fritas, tortillas chips y galletas
saladas que ayudan a quitar las nauseas) los siento como si fueran llamados de
mi propio cuerpo que me va diciendo las cosas que necesito y que me hacen bien,
se me ha dado por tomar mucha leche, se me antojan huevos, pistachos, palta,
verduras y frutas y, en general, cosas
que luego, leyendo, me entero que son importantísimos en una buena alimentación
durante el embarazo. Y lo mismo ocurre al contrario, ya no se me antoja para
nada un café, por muy café latte o café
melange que sea.
Pero la parte que más me gusta hasta ahora de
todo el embarazo, es la relación de pareja. Yo que estaba preocupada por cómo
cambiaría, tengo que decir que ha cambiado para mejor (seguro no diré lo mismo
cuando ya esté acá el bebe…o quién sabe). Es una de las etapas más lindas que
como pareja estamos viviendo. Sinceramente creo que Alberto está más enamorado
de mí que nunca. Me encanta verlo queriendo participar del proceso desde afuera
(imagino que debe ser muy raro para los hombres ser espectadores de un proceso
tan especial) de todas las formas posibles. Desde cuidándome y protegiéndome lo
más posible (si por él fuera me tendría metida en la casa descansando todo el
día), comprándome lo que me den ganas de comer cuando no me siento bien,
ofreciéndose a echarme la crema anti
estrías en la panza, abrazándome y diciéndome que me ama cuando está dormido (luego no se acuerda que lo dijo, aunque también lo dice cuando está despierto...y ahí si se acuerda)… En
verdad, es lindísimo conocer a tu pareja en esta etapa… y lo más lindo es que
aunque sabe que soy la futura madre de su hijo (y seguro me quiere más por eso),
él siempre quiere verme como su esposa, y quererme sólo por eso.
En general, en mi
experiencia (lamentablemente muchas mujeres, por distintas razones, no tienen
la suerte que tengo yo) estar embarazada, con todas las partes difíciles que
puede tener (y que, gracias al cielo, yo no estoy viviendo mucho) es o puede
ser un proceso lindísimo, 100% recomendable, que te hace sentir especial, que
te hace sentir querida e importante (¡y eso que estoy lejos de mi familia,
imagínense si estuviera con mis papás y mi hermano, ahí si que me malcrío!)…que
te hace sentir muy feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario