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lunes, 16 de abril de 2012

Bye bye pollo…


Hasta el momento tengo la suerte de poder decir que mi embarazo es lindo y maravilloso, que no tengo ningún síntoma que me mate, salvo por el esporádico hincón al lado derecho (que ya casi ha desaparecido por cierto), por ahí un dolor de cabeza leve (pero los tenía también antes así que por qué culpar a mi pobre hijit@), un poco de sueño (pero que, aunque está empezando a manifestarse durante el día,  mayormente viene de noche, o sea, en la noche estoy más muerta que de costumbre y en la mañana me cuesta más de lo normal levantarme), por ahí una sensación de llenura que me quita el hambre (cosa que agradezco bastante) y unas ligeras –muy ligeras- náuseas que más que darme ganas de vomitar simplemente me quitan las ganas de comer (¡otra vez GRACIAS!). Ya que menciono las  nauseas, y que esto sea un paréntesis a mi relato, les cuento que cada vez que le digo a Alberto que tengo nauseas él se pone muy contento porque, según su lógica, mientras más nauseas o síntomas (pero parece que en especial nauseas) sienta, más embarazada estoy y mejor “se ha agarrado el bebe”… Se ve que él no es el de los síntomas…

Si los próximos 8 meses siguen así, no podré más que agradecer a la naturaleza y a quien corresponda por la buena suerte que tengo.

A pesar de lo que he dicho, debo comunicar que en todo este proceso si ha habido una primera baja importante en mi alimentación: EL POLLO. El pollo que normalmente es la carne que como con más frecuencia, que normalmente me encanta a la plancha, al horno, salteado con verduras o acompañado de mi típica ensalada… Por alguna extraña razón creo que el pobre pollo (y en general, la carne, aunque no los embutidos, ¡me acabo de comer una rodaja de salame sin ningún problema!), no va a ser muy amigo mío en los próximos meses. La verdad, ni siquiera estoy segura de si lo que siento son náuseas (porque nunca he sentido creo, no recuerdo jamás haber tenido que correr a vomitar por ningún motivo), pero si estoy segura que pensar en pollo (o en carne) me da un poco de “guácala” y que no se me antoja para nada.

Otra cosa que felizmente no se me está antojando mucho son los dulces. Cero chocolates. Aunque yo históricamente siempre he sido más de cosas saladas que dulces (excepto por los helados que siempre son mis favoritos), desde que me casé -y por culpa de Alberto que no puede vivir sin chocolate, el chocolate se ha vuelto un infaltable en mi vida. No hay día –o mejor dicho noche- que luego de cenar y mientras vemos una serie en la tele (serie en DVD porque no tenemos cable) no me coma aunque sea un cuadradito de chocolate, eso sí, generalmente bitter (o a veces, cuando tengo, un Sorrento o un Sublime). Pues desde hace unos días puedo pasear con un Sorrento por la casa por horas y no comérmelo…NUNCA ANTES VISTO. Lo mismo me pasó ayer luego de cenar, tenía ganas del típico dulcecito, traje la caja de chocolates, la puse al lado mío mientras estaba en la computadora, dieron las 11 de la noche y ahí seguía la caja, intacta. Una vez más: ¡NUNCA ANTES VISTO!

Por el momento, las cosas que me dan más ganas de comer son las cosas frescas, los tomates, los pepinos, los kiwis, así que vamos bien. He decidido que mañana emprenderé una búsqueda exhaustiva de queso feta pasteurizado por la ciudad (no creo que sea muy difícil de encontrar, de hecho, tengo las sospecha que el que comía siempre es pasteurizado) porque se me antoja mucho una ensalada griega. Esperemos que los “antojos” (aunque en verdad no siento que TENGA que comer algo en particular, simplemente es una ligera preferencia por ciertas cosas que además me gustaban desde antes) sigan por el camino saludable y que mantenga el aumento de peso “a raya” (admito que es una de las cosas que me atormentan un poco, los que me conocen saben que vivo a dieta porque de respirar engordo así que ahora estoy siendo especialmente cuidadosa con mi alimentación, especialmente porque el embarazo me llegó con 4 kilos “post Navidad en Lima” de más).

Bueno, estas son las “bajas” en mi dieta hasta el momento, esperemos que no sean muchas en los próximos meses y que las que sean, sean de aquellas no tan importantes, es decir, aquellas que me aportan nutrientes que puedo fácilmente encontrar en otros lados.

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