Otra vez ha pasado mucho tiempo desde la última
vez que escribí. La verdad a veces yo misma me sorprendo de cómo se me pasa el
tiempo y cómo no logro encontrar un momento para sentarme a poner en papel las
cosas que voy pensando cada día (¡porque tiempo para pensar felizmente si
tengo!), mejor dicho, poner en Word, porque en papel lo pongo, en pequeños post its que tengo pegados en mi agenda
para no olvidarme las cosas que no quiero dejar de compartir. Lo más curioso
del asunto (y que no deja de sorprendernos tanto a mi como a Alberto) es que
vivo ocupadísima, todo el día haciendo cosas, ¡y no trabajo!
El asunto con no trabajar -situación que no fue
tanto mi directa elección sino más bien una consecuencia de otras decisiones
previas, y de la que no me arrepiento si no, por el contrario, agradezco porque
me va a permitir el privilegio de criar a mi hija a tiempo completo, es que
trae ciertos “riesgos”. Como todo en la vida, el no trabajar, aún siendo un
lujo, también tiene sus “problemas”. Por un lado está la eventual crisis (no)
laboral (cada vez menos frecuente debo admitir) de “quiero trabajar”, “extraño
el estrés de una oficina”, “hasta hace 4 años era una abogada corporativa (y
hasta hace 2.5 una mujer trabajadora) con dinero propio y ahora no”, “tanto
estudiar y ahora preocupada en cosas domésticas que hace unos años me hubieran
dado risa”, etc.
Por otro está el riesgo de perder la
perspectiva sobre lo sui generis y
privilegiada de mi situación y de empezarme a creer que todo lo mucho o poco
que hago ahora no lo podría hacer si trabajara cuando en realidad es lo que la
mayoría de mujeres hace todos los días en todos lados del mundo (me refiero a
las cosas “administrativas/importantes” que hago, obviamente, las cosas “sociales”
y demás actividades y clases a las que me meto sólo las hago porque no trabajo
y justamente porque no trabajo). Ya me ha pasado que me han preguntado “imagínate
si hubieras podido hacer todo las cosas para la bebe si trabajaras”. ¡Claro que
lo hubiera podido hacer! ¡Es lo que hacen todas las demás mujeres! ¡Es lo que
han hecho todas mis amigas! Claro, seguramente hubiera sido un poco más
complicado tomando en cuenta que no vivo en mi ciudad y que me cuesta más
enterarme dónde se encuentran o venden determinadas cosas y si, seguro le
hubiera dedicado menos tiempo a las cosas de la bebe (cosa que no
necesariamente hubiera sido malo), pero de que lo hubiera podido hacer todo, lo
hubiera hecho y Giulia hubiera tenido las mimas cosas que va a tener cuando
llegue.
También está el tema de enfocarme mucho en
cosas que en otras circunstancias ocuparían un porcentaje menor de mi tiempo. Y
esta es la parte que me ha estado preocupando más últimamente. Aunque tengo
muchas actividades diferentes, actividades que, además, me he esforzado en
buscar para mi, en las que me he involucrado precisamente para crearme una vida
rica y llena de cosas distintas ahora que no trabajo, con las que intento
sacarle provecho al hecho de que puedo elegir con qué llenar mi tiempo y en que
puedo invertirlo en cosas que de verdad me interesan (muchas son esas cosas que
uno siempre quiso hacer pero que por falta de tiempo quizás no hace), cuando
llega algo importante (¡y qué más importante que un embarazo!), si bien sigo
con todo lo demás, este nuevo evento monopoliza mi tiempo, mi interés y, sobre
todo –y esta es la parte que me preocupa- mi atención (y, como consecuencia,
muchas veces mi tema de conversación).
Yo entiendo que es algo normal, que esto le
pasa a todo el mundo y que algo tan novedoso como estar embarazada y tener un
hijo es motivo más que suficiente para “zambullirse” en el tema, especialmente
en el caso de mujeres como yo que nos gusta leer todo, enterarnos de todo (y
que no sabíamos NADA o muy poco antes de que nos tocara a nosotras). Pero el que lo entienda no hace que deje de
preocuparme. ¿Cuántas veces no me he quejado yo, antes de tener el más mínimo
interés en ser madre, de las mujeres que sólo hablaban de sus hijos? Yo no
quiero ser una de ellas. Y estoy empezando a creer que quizás ellas tampoco
querían, que no eran o son así de manera consciente/voluntaria. Y lo preocupante es que veo MUY fácil el
riesgo de convertirme en una (porque desde ya me cuesta mucho no hablar del
embarazo todo el tiempo y no contarle a todo el mundo todas las cosas que he
ido aprendiendo en estos meses). Es que claro,¿ qué más interesante que todo
este mundo nuevo de la maternidad y de los niños para alguien que, como yo, lo
está descubriendo todo por primera vez?
Y aunque todavía no me he rodeado de muchas
madres ni he sido testigo de primera mano de las interacciones entre madres de
niños pequeños, ya algunas amigas mías que también son primerizas me han
contado medio espantadas de experiencias con otras mamás que yo no quiero que
me pasen. Yo no quiero estar tan centrada en Giulia que todas mis alegrías y
logros dependan sólo de los de ella (que si levantó el cuello a los 2 meses y
no a los 3, que si se rió antes que los demás, que si gateó primero o se paró
antes) y que luego estos logros sean motivos de comparaciones y conflictos con
otras mamás. Conozco mujeres que incluso han dejado de frecuentar a otras mamás
(algunas que incluso eran amigas muy cercanas a ellas antes de tener sus propios
bebes) sólo para no tener que escuchar comentarios “criticones” (“¿estás segura
que tienes suficiente leche? A mi me
parece que tu hijito está muy chiquito, para mi que no te sale tanta”) o comparaciones sobre sus hijos que les resultaban
“ofensivas” (“¿Qué, ya tiene 4 meses y todavía no hace “X”?”). Yo quiero que mi
hija sea lo primero en mi vida pero definitivamente no lo único, quiero
mantener mis intereses y mis distintas actividades y tener más cosas de que
hablar que de ella…y el no trabajar es un obstáculo en el camino para esto, te
deja mucho tiempo libre para dedicarte a tu hija con el riesgo de que te
dediques SÓLO a tu hija.
Por eso,
luego de los meses iniciales de maternidad, cuando ya las cosas hayan adquirido
una rutina y ya sea una mamá “experimentada”, pretendo continuar con mis
actividades, seguir traduciendo y escribiendo para Expatclic, seguir con mis
clases de francés, seguir ayudando en el club en el que participo y empezar
(finalmente) a estudiar para coach, llenar mi vida con cosas como siempre he
hecho, como si terminara mi descanso “post natal” y volviera a trabajar.
Eso si, como me da miedo no poder hacerlo sola
y dejarme llevar por la emoción de la maternidad, ya le he pedido a Alberto y a
muchas amigas (y se los pido a aquellos de ustedes que me ven o hablan conmigo
con frecuencia) que no me permitan convertirme en esas madres que yo tanto criticaba,
que me avisen (pero bonito por favor) cuando empiece a dejar de ser la Moci de
siempre, cuando me esté convirtiendo sólo en la “mamá de Giulia”.
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