Traducir/Translate

lunes, 24 de septiembre de 2012

No voy a estar más sola.


Hace una semana más o menos, mientras estaba echada leyendo con Alberto a mi lado, tuve un chispazo de lucidez, una realización,  caí en cuenta, por primera vez, que desde el momento en que Giulia llegue a nuestras vidas, no estaré nunca más (o muy pocas veces) sola. Y debo decir que no me hizo mucha gracia la idea.

Como ya había comentado en uno de los primeros post, una de las razones por las que creo estuve un poco en shock durante la primera semana de mi embarazo (o, mejor dicho, la primera semana que supe de mi embarazo) es porque estaba asimilando la idea de que desde aquel momento en adelante, por el resto de mi vida, tendría siempre una razón para preocuparme. Lo que no había pensando todavía (tontamente en realidad, porque es una consecuencia bastante obvia) es que no sólo tendría siempre un motivo de preocupación (el mejor de los motivos que una persona puede tener, eso no lo pongo en duda) sino que además, tendría siempre compañía física.

Como saben (y si no saben porque no me conocen, se los cuento), soy una persona bastante sociable.  Si bien los grupos grandes me cortan, en general soy de las que pueden hablar con cualquiera, que se busca, hace y mantiene amistades fuertes con bastante facilidad, que se adapta a todo (o por lo menos me he adaptado a todo lo que me ha tocado hasta el momento) y que no se hace muchos problemas por nada. Siempre he sido más o menos así y los últimos años –por el tipo de vida que elegí de andar de trotamundos-  me han obligado a serlo aún más.  

Pero junto con esta parte sociable existe otra parte de mí que disfruta mucho el estar sola. De hecho, por el trabajo de Alberto, paso buena parte de mi vida sola –yo diría que un 30%- y aunque a muchos esto les parezca motivo de tristeza (más de una vez me han dicho –o sé que han dicho refiriéndose a mi- “¡ay! ¡Pobre! ¡Qué pena que ande tan sola!” o “¡qué pena que el marido viaje tanto!”), la verdad es que a mí no me da ninguna pena, de hecho me gusta. Es más, cuando por alguna razón Alberto no viaja en mucho tiempo, hasta puedo llegar a extrañar estar sola (y él no se ofende por leer esto, lo sabe, es más, creo que los dos sentimos lo mismo, estamos acostumbrados así). Esa es y ha sido siempre nuestra mecánica. Desde novios pasamos buena parte separados y su tipo de trabajo ha hecho que sea así también nuestra vida de casados. ¡Y nos gusta! Así es como funcionamos y es así como creo nos hemos convertido en una pareja sólida, cada uno con su espacio, cada uno creciendo al lado del otro y, muy importante, siempre extrañándonos y recordando qué diferente es la vida cuando no está el otro (por lo que apreciamos más los momentos en los que si estamos juntos).

Dicho esto, cuando me di cuenta de que no estaré más sola como que se me desencajó un poco el panorama. Alberto se irá de viaje y seguirá con su rutina de tener sus días para él (¡aunque sean de trabajo, igual tiene una cama para él solo!) y yo me quedaré en la casa, solo que ahora acompañada… SIEMPRE.  Alberto muy considerado me dijo que no me preocupara, que él se quedaría con Giulia o se la llevaría a pasear para que yo haga cosas con mis amigas o me quede en la casa sola. Y si, seguro será así pero ya no será lo mismo. Nunca más. Porque aunque me quede o haga cosas sola, mi mente siempre estará pensando en Giulia y será como si estuviera ahí, físicamente conmigo.

Con el pasar de los días me he estado haciendo más a la idea y supongo que cuando tenga a Giulia conmigo no le dedicaré un segundo más de mi tiempo a esta “preocupación” sobre mi soledad. Quién sabe, quizás hasta ya no quiera estar sola (lo dudo pero quién sabe).  De hecho, debo admitir que si bien aun no quiero dar a luz, cada vez con más frecuencia tengo pequeños momentos (aún muy breves) en los que si me gustaría tener a mi hija conmigo. Y la verdad, aunque estoy cien por ciento convencida que el momento en que conozca a Giulia será el más feliz de mi vida (lo tengo en la mente, me lo he imaginado mil veces y me emociono hasta el punto de casi llorar cada vez que lo hago), no quiero que llegue aún porque sé que inevitablemente llegará y prefiero gozar también cada instante, cada segundo, antes de ese momento que cambiará nuestras vidas ahora si por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario